El director ruso exiliado Kirill Serebrennikov estrena ‘Limónov’, sobre el controvertido escritor: “Esta es una historia picaresca de aventuras, pero no un biopic”

Limónov

En Limónov, el director ruso exiliado Kirill Serebrennikov (Leto) adapta la biografía que Emmanuel Carrère escribió sobre el controvertido escritor del título.

Poeta y prosista punk forjado artísticamente en Moscú. Vagabundo y mayordomo en Nueva York. Sensación literaria en París. Miliciano proserbio en Bosnia. Traficante de armas. Líder ultranacionalista. Prisionero de Vladimir Putin primero y seguidor de Vladimir Putin después. Eduard Limónov fue todas esas cosas y, por eso, también uno de los personajes más pintorescos y escandalosos que la literatura rusa ha dado en las últimas décadas. Su historia, cabreada y vertiginosa, fue relatada con una mezcla de fascinación y repulsión en la biografía que le dedicó el francés Emmanuel Carrère en 2011, Limónov, a su vez punto de partida de la película homónima de Kirill Serebrennikov que se estrenó en el pasado Festival de Cannes.

“Esta es una historia picaresca de aventuras, pero no un biopic”, matizó en el festival francés el también autor de títulos como Leto (2018) y La mujer de Tchaikovsky (2022). “He querido enfatizar sus contradicciones y el caos que lo envolvieron toda su vida y que alimentaron su arte”. Encarnado por el británico Ben Whishaw, la película lo presenta como un hombre provocador impredecible y siempre enojado, un megalómano desmesurado cuya rabia contra el sistema parece motivada más por la envidia que por un verdadero espíritu revolucionario, y entretanto deja claro por qué es un héroe para muchos y un fanático peligroso para otros tantos.

“Cuando yo era joven, lo consideraba un modelo de resistencia contra la burguesía y la hipocresía, pero mi opinión sobre él fue cambiando”, confiesa Serebrennikov. “Todas esas ideas locas y aterradoras que escribió sobre la restauración del imperio soviético y la guerra eterna contra Occidente preconizaron el extremismo demente que se ha acomodado en el Kremlin y la ideología fascista que repunta en otros países”.

Limónov, en todo caso, pasa por alto algunos de los episodios más extravagantes de la vida de su protagonista, como su participación en la guerra de los Balcanes, su lucha junto al ejército de su país durante la anexión de Crimea o el proceso que lo llevó a fundar el Partido Nacional Bolchevique.

“Empezamos a filmar la película antes de la invasión rusa de Ucrania, que él sin duda habría aplaudido de no haber muerto en 2020”, aclara el director. “De todos modos, si he decidido no dar relevancia a su lado oscuro es porque me repugna. Yo abogo por hacer la revolución a través del arte y la creatividad, así que todo lo que él hizo en pos de una revolución sangrienta no me interesa. Ya se encargarán otros de hacer una película sobre ello, posiblemente para mitificarlo”. Azotado en el pasado por problemas legales en Rusia a causa de su oposición a Putin, Serebrennikov tuvo que abandonar el país una vez empezado el conflicto para terminar la película. “Puede que el cine no sirva para detener guerras, pero creo que sí puede ayudar a que la gente entienda de dónde viene toda la violencia que nos rodea. Supongo que eso me convierte en un romántico”.

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