Muchos la conocieron con Chavalas, otros con La maternal, y algunos por ser la hermana de Álvaro. Pero, si no lo hizo antes, Ángela Cervantes se doctora con La furia y estrena Lo que queda de ti en cines el próximo 16 mayo. Motivos de sobra para sentarnos con una actriz de talento mayúsculo.
Es posible que nunca antes un festival de cine haya significado un antes y un después similar. También es posible que tal aseveración sea producto de una exageración periodística. En cualquier caso, Málaga supuso un tremendo subidón para la familia Cervantes. Sorda y La furia, Álvaro y Ángela, hicieron un veni, vidi, vinci en toda regla. Pero la presencia en el palmarés de ambas películas (de las que ya hablamos en anteriores números de BEST MOVIE), y de sus hermanos intérpretes, no es la única razón para la contundente sentencia con la que abríamos estas líneas.
Nos explicamos. Antes de viajar al Festival de Málaga, la protagonista de esta entrevista pasaba por uno de esos valles anímicos que transita cualquiera con sangre en las venas. Dos años de intensísima actividad, empalmando los rodajes de Lo que queda de ti (la película que llega a los cines el 16 de mayo y sirve de excusa para charlar con ella), Valenciana, la serie El mal invisible y La furia con la gira teatral de Jauría, agotan a todo hijo de vecino, y piden a gritos una parada en boxes. Echar el freno, respirar, cargar pilas. Y en ello andaba Ángela Cervantes (Barcelona, 1993), surfeando la mezcla del cansancio físico con las inevitables secuelas emocionales de dar vida, de prestar cuerpo y alma, a dos mujeres que han sufrido los estragos de la violencia sexual machista.
En La furia, visceral ópera prima de Gemma Blasco, y en Jauría, la obra de Jordi Casanovas creada a partir de las transcripciones del mediático juicio a los violadores de La Manada, Cervantes se entregaba hasta el infinito. A ver quién es la guapa o el guapo que sigue adelante sin un rasguño en el corazón. Doblemente nominada al Goya por Chavalas (“Tengo un recuerdo guapísimo de ella, la levantamos contra elementos como el primer confinamiento pandémico o el poquísimo presupuesto, y acabó siendo un regalo”) y por La maternal (“Una historia tan potente, un personaje tan bestia, y currar con Pilar Palomero, que te da tierra y te quita la presión y las inseguridades”), la Cervantes vivía ahora un nuevo punto de inflexión en pleno batiburrillo de emociones. Total, que la actriz levantó el pie del acelerador y decidió tomarse las cosas con calma. Pero, de alguna manera, lo vivido en Málaga le recordó por qué hace lo que hace y por qué se entrega como se entrega. “Aceptando que quizás no estuviera en mi mejor momento anímico, todo esto está siendo tan fuerte a nivel profesional que me subo al carro e intento abrazarlo de la mejor manera posible”, apunta.
Y continúa: “Málaga tuvo algo de shock, viendo La furia por primera vez en pantalla grande, me notaba un poco disociada. Todo era bastante abrumador, porque no nos enseñan a gestionar los halagos y a veces es difícil colocarlos. Y después, con los premios a la película, pero también por el hecho de compartir todo eso con mi hermano y con Sorda, ahí me salió todo y me rompí. Y me fue muy bien, para drenar y para estar en el presente y ver la magnitud de lo que estábamos viviendo”, confiesa la actriz. “Que premiaran ex aequo dos interpretaciones femeninas como la mía y la de Miriam Garlo hace que te reenamores de la profesión, fue precioso compartirlo con ella y, de alguna manera, me reconcilió con lo mal [le pone a la palabra unas comillas con los dedos de ambas manos] que lo pudiera estar pasando”.
Sin querer sonar a manual de psicología barata, al final hay una gama amplia de grises en el mundo de las emociones.
Sí, y es que al final todo esto está siendo un viaje en muchos sentidos. Pero estoy con otra energía, noto que lo estoy afrontando de forma distinta, de una manera sana, y con mucho amor, porque mis padres estuvieron en Málaga durante todo el festival, y fue bonito vivir lo que vivimos Álvaro y yo rodeados de ese entorno familiar.
Estaban orgullosísimos y emocionados, y que todo pasara en el Teatro Cervantes, imagínate cómo estaba mi padre [risas]. Por otro lado, también hay que ser consciente de que es el momento y de que esto pasará. Ha habido muchas caricias al ego, pero esto es un trabajo y no somos mejores ni peores que nadie.
Hablamos de La furia en anteriores números de la revista, pero la posterior sentencia absolutoria a Dani Alves me hizo pensar en qué necesarias son películas como esta…
La sentencia salió el mismo día que se estrenaba la película, parecía hecho aposta. Es alarmante, sí, provoca mucho sufrimiento. A veces parece que ya se habla mucho sobre la violencia sexual, pero enseguida te das cuenta de que realmente existe la necesidad de seguir contando estas historias y de esta manera. Con La furia, y eso se lo he oído decir mucho a Gemma, no queríamos hacer política sino cine. Pero es una forma de abrir conversaciones y reflexiones, y de tener unos referentes. Porque, al final, la película muestra el proceso de la víctima desde un lugar que permite entender muchas cosas. Ves la magnitud de las violencias sexuales, el trauma y la herida que crea, las secuelas tan fuertes que deja. Pero volviendo a lo de Dani Alves, que sigan pasando estas cosas da miedo.
Cambiemos de tema. ¿Qué te llamó la atención de Lo que queda de ti?
El personaje. Me veía mucho en ella, aunque vivamos en contextos muy diferentes y la suya, el mundo rural, sea una realidad muy alejada de la mía. Pero se unieron varios factores: me parecía un guion muy bien escrito, la directora Gala Gracia tenía las cosas muy claras, y una de las intenciones era mostrar a mujeres ocupando espacios en lo rural, sin romantizar la vida en ese mundo. Me apetecía acompañar una ópera prima hecha desde una mirada muy personal y llena de cariño. Y me abría la oportunidad de hacer uno de esos trabajos que nos gustan mucho a los actores: alejarnos de nuestro día a día y meternos en otro universo, y aprender cosas nuevas, en este caso sobre ganadería, trabajar en una granja entre animales…
En La furia descuartizas a un jabalí y en Lo que queda de ti asistes al parto de una oveja. Eso sí es hacer una inmersión en los personajes.
[Risas] Tiene que ver con esas experiencias nuevas que te da mi oficio. Con lo de la oveja pasé muchos nervios, porque tienes que simular que aquello es el pan nuestro de cada día para el personaje, pero por dentro estás flipando. La verdad es que fue muy guapo asistir al parto, es de esas cosas que te llevas para siempre. Y lo del jabalí me impresionaba más antes de hacerlo.Me dieron libertad de llegar hasta donde quisiera, pero tengo esa cosa loca de lanzarme con todo, hasta que me encontré el corazón del animal en la mano, y fue como… ¡hostia! Es lo que pasa al querer volcarme mucho y hacer cualquier cosa.
En ese sentido de lanzarte con cualquier cosa cuando te metes en un personaje, ¿eres de llevarte el trabajo a casa?
Es verdad que hasta ahora he vivido mucho por y para el trabajo. Todo giraba en torno al trabajo, y eso, inevitablemente, me ha llevado a no desconectar. También es verdad que tener un hermano que se dedica a lo mismo hace que en cualquier reunión familiar salga el monotema. Pero creo que agradezco la crisis que he tenido, porque me ha hecho ver que el trabajo no es tan importante. También me ha pillado cumplidos los 30 años, un momento en el que empiezas a priorizar otras cosas en la vida. Hasta ahora hacía cualquier cosa por un personaje. ¿Que tengo que descuartizar a un jabalí? ¡Lo hago! ¿Tengo que desnudarme? ¡Lo hago! Y ahora pienso que quizás no quiero volver a desnudarme en una peli.
Y si eso significa perder el proyecto, pues lo pierdo. Antes pensaba que no iba a jubilarme nunca, y ahora pienso lo contrario. Empiezo a relativizar más, y a ponerme a mí en el centro.
¡Eso es madurar! Relativizar algunas cosas, dar más importancia a otras, reubicar…
[Risas] Sí, y buscar un equilibrio. Habrá épocas en las que será más fácil, otras costará mucho más, pero está bien tener la paz en el punto de mira, equilibrar trabajo y vida, aunque teniendo este oficio a veces es complicado.Hablábamos de compartir este boom con tu hermano Álvaro. Creo que tenéis una relación muy estrecha, que os consultáis y aconsejáis.
Sí, siempre habíamos tenido muy buena relación, pero creo que poder compartir un trabajo como el nuestro hace mayor el vínculo. Al final, vivimos procesos que pueden ser muy solitarios y duros: los castings, la incertidumbre, los rodajes, la exposición pública… Si mi hermano se dedicara a otra cosa, creo que nos acompañaríamos con las mismas ganas, pero es verdad que hay cosas que si no las vives son muy difíciles de entender. El otro día estábamos con nuestros padres, celebrando el boom de Málaga, y mi madre decía que se emocionaba mucho cuando oía hablar de la relación que tenemos. Sentía que en casa se habían hecho las cosas muy bien. Y es gracioso porque a veces mis padres se sienten casi excluidos, porque cuando Álvaro y yo llevamos tiempo sin vernos y estamos los cuatro, es que mi hermano y yo no podemos parar de charlar. Ellos intentan entrar en la conversación y no hay manera [risas].
Él empezó de crío, haciendo publicidad y en la serie Abuela de verano. ¿Cuánto tuvo Álvaro que ver en tu vocación?
Un 100%. Álvaro ya llamaba mucho la atención desde muy pequeño, tan rubio, con los ojos azules. Y cuando íbamos a shows de circo o de payasos, estaba como loco por salir cuando pedían voluntarios.
Yo siempre he sido más reservada, más tímida. Él también es tímido, pero lo de mostrarse en un contexto artístico le encantaba. Así que empezar a nivel profesional a los 14 años con Abuela de verano, fue muy interesante porque se encontró con muy buenos maestros que le asesoraron muy bien. Y lo tenía súper claro. Por mi parte, creo que la vocación la he tenido desde siempre, cuando hacía las obras de la escuela o los cursos de teatro lo pasaba muy bien.
Pero, claro, que mi hermano arrancara tan pronto hizo que me diera vergüenza decir que yo también quería ser actriz. Podría parecer que seguía la corriente y que no había una vocación genuina. Por un lado, estaba esa vergüenza, pero también estoy segura de que, si él no hubiera sido actor, yo no hubiera visto tan de cerca que dedicarse a esto era posible. Ha sido un privilegio tener a un referente como él.
Fotos: Getty Images
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