La directora de Titane, después de ganar la Palma de Oro, regresa a Cannes con Alpha, una reflexión sobre no saber cuándo dejar que alguien se vaya.
Una aguja sucia y con tinta clavada sobre la piel. Muy de cerca. Arrancando así Julia Ducournau, directora de Crudo y Titane, con la que ganó la Palma de Oro en Cannes en 2021, deja claro que su mirada hacia el cuerpo, su necesidad de estar muy cerca de la piel sigue muy viva. Hija de médicos, tiene claro que su “obsesión” por narrar a través del cuerpo y de la piel probablemente viene de ahí.
Alpha empieza así, en un brazo. La pequeña Alpha, de cinco años, dibuja con un rotulador permanente la constelación de los pinchazos del brazo de su tío (Tahar Rahim en una transformación física impresionante). Él le dice: “Te cuento un secreto. He cogido algo”. Y con esa frase saltamos a ese otro momento, unos ocho años después, ahora es el brazo de la Alpha preadolescente, inconsciente por la borrachera, mientras un compañero le tatúa una gran A.
Al llegar a su casa, su madre (Golshifteh Farahani), médico, la recibe enfadada y triste, le dice que tendrá que hacerse pruebas, pero nunca llegan a nombra el virus que es, ni a contarle nada. Poco después, su tío vuelve a escena. En un cruce constante que arranca entonces de los dos tiempos, las dos realidades. El pico de la pandemia del sida en los 80 y esos 90, con coletazos aún de muertes, y en los que aún no se hablaba suficiente.
En Alpha, Ducournau denuncia la vergüenza con la que se mira aún al sida, una vergüenza arrastrada por generaciones. Como el silencio, ese silencio de los que se fueron y ya no pueden contar su historia y de los que se quedaron y son incapaces, por miedo y, de nuevo, vergüenza, a hablarlo, a contarlo.
Los infectados de Alpha van viendo cómo su cuerpo se transforma en piedra, en un mármol inmutable, que lo único que puede pasarle es que se rompa para siempre. Una estética muy particular y muy alejada de Titane, pero todavía muy chocante y no para todos los gustos.
Ducournau parece más confiada y autoconsciente que nunca sobre la polémica o reacciones extremas que puede generar su película. Y eso la hace complejizar y adornar en exceso una idea e historias muy sencillas. La de la duda sobre la infección de Alpha y el señalamiento que eso implica.
Más interesante que eso quizá es el personaje de esa madre de todo y todos, de Alpha, de su hermano, de pacientes, agotada por las circunstancias, por la eterna lucha y por su incapacidad para abandonar, para dejar ir a quien quiere irse.
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