Cannes 2025: ‘Sirat’, de Oliver Laxe, una experiencia radical

Sirat Cannes

El cuarto largometraje del director gallego Oliver Laxe, Sirat, se estrenó en competición en Cannes con siete minutos aplausos y buenas críticas.

¿Qué significa ser radical hoy? Le pregunté a Oliver Laxe un par de semanas antes de viajar al Festival de Cannes para estrenar Sirat. Y se lo pregunté porque es un adjetivo que usa mucho, en general, y muy en concreto para hablar de su nueva película, la historia de la búsqueda de un padre a su hija. La palabra le interesa mucho porque en radical agrega sus distintas acepciones y matices. Al director gallego, la palabra radical le gusta especialmente cuando la entendemos desde sus orígenes del latín, radix o radicalis, es decir, que “viene de raíz”.

“Radical sería una persona que se enraizaría, que tocaría más su esencia, que tomaría las decisiones para conectar consigo mismo, de alguna manera, para ser libre. Es el anhelo que tenemos de mirar adentro”, explica.

Desde ese anhelo, desde ese mirar hacia dentro, hacia la esencia de uno, desde esa raíz es más fácil y seguro irse lejos, llevar a cabo un “cambio total o profundo” como implica la otra acepción del vocablo y como ha hecho él con un filme arriesgadísimo, una experiencia absolutamente distinta, radical, brutal.

Sirat te remueve por dentro, te pone bien arriba con la música de Kangding Ray y te agarra del estómago y te hace un nudo, te remueve en el polvo y cuesta sacar la cabeza del lugar oscuro al que te lleva, pero el horizonte de transformación acabará por aparecer.

Cinematográficamente, narrativamente, Laxe se la juega mucho en un camino como el propio Sirat, un hilo “más estrecho que una hebra de cabello” entre el paraíso y el infierno por el que sus personajes se mueven muy cerca de la muerte, tan cerca de ella que ahí la vida parece más vida.

Sirat dialoga con Mimosas, el filme con el que en 2016 ganó en la sección de la Semana en Cannes. Y como aquel es un viaje tan físico como metafísico alrededor de la vida y la muerte. Aunque si en Mimosas podía ponerse más críptico y elevado alrededor de ella, aquí nos lleva a experimentarla sin posibilidad de esconderse.

Sirat es mucho más que una película atmosférica, Laxe es un director de la imagen, el poder del desierto, del polvo, lo inunda todo enseguida, tanto para sumir a los personajes en sus peores penas y miedos, en su soledad más profunda, como para liberarlos de ellos.

Sirat Cannes

Quim Vives

Laxe parte de los personajes arquetípicos de las historias de aventuras, incluso muy masculinos, el héroe (ese padre perdido en un mundo desconocido, Sergi López, nuestros ojos, nuestra cabeza) en su odisea de búsqueda viaja junto a su hijo entre raveros (un grupo de no actores brillantes) por el desierto de Marruecos, adentrándose cada vez más hacia lo desconocido, con la esperanza de encontrar a su hija de la que hace meses que no saben nada.

Música estridente, bailes lisérgicos, comunidad y humanidad entre una gente llena de cicatrices, con anhelos distintos, entre ellos y distintos a los de los más, más libres si se quiere, o eso parece, del ritmo materialista. Entre todos forman una familia o tribu improbable que se cuida y se protege, que se observa muy de cerca para crear un equilibrio de fuerzas frente a la inmensidad e indefinición del desierto.

“La música no es para escuchar es para bailar”, dice una de las raveras. La fragilidad de la vida mientras la música sigue sonando. El presente, el instante. Es Sirat. Una experiencia que a nadie dejará indiferente, que remueve más que conmueve, más visceral que sensorial, explota la cabeza.

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