Carla Simón reconstruye la memoria de sus padres en ‘Romería’: “El cine sirve para generar esos recuerdos que no tengo, esas imágenes que me faltan, para resucitar a los muertos de alguna manera”

Carla Simón reconstruye la memoria de sus padres en ‘Romería’: “El cine sirve para generar esos recuerdos que no tengo, esas imágenes que me faltan, para resucitar a los muertos de alguna manera”

Carla Simón Romería

Cuenta Carla Simón que se pasó la promoción de Verano 1993 diciendo que la memoria no se podía generar. “Yo pensaba que te podías apropiar del relato de los otros, pero no podrías generar tus propios recuerdos si no los habías tenido; y durante ese tiempo cambié de opinión porque intentando entender la historia de mis padres me di cuenta de que cuando yo preguntaba a la gente, lo que me encontraba eran relatos muy distintos sobre el mismo hecho”, cuenta la directora catalana. Y si al ser tan distintos, no puedes apropiarte tan fácilmente del relato de los otros… “Entonces el cine también sirve para eso, para generar esos recuerdos que no tengo, para generar esas imágenes que me faltan, para resucitar a los muertos de alguna manera”.

De esa reflexión nació Romería, su tercera película, estrenada en el pasado Festival de Cannes (con 11 minutos de ovación y brillantes críticas internacionales), con la que pone fin a la trilogía sobre la búsqueda de identidad y la exploración de las relaciones familiares, abierta precisamente con su ópera prima Verano 1993 (2017) y continuada con Alcarràs (2022), ganadora del Oso de Oro en Berlín. Tres películas en las que partió siempre de su propia historia personal para ir alejándose y generando historias de ficción. Un cierre que llega, coincidencias de la vida, con el nacimiento de su segunda hija (el primero nació tras el estreno de Alcarràs). “Creo que hay algo casi un poco mágico en el hecho de que haya coincidido todo, ¿no? O sea, es una sensación de cerrar ese ciclo de mis películas familiares a la vez que siento que acabo de crear mi propia familia. Cerramos este mirar hacia el pasado para mirar hacia el futuro”, concede.

Si en Verano 1993 exploraba, desde los ojos de una niña, la muerte de su madre por sida y el comienzo de su nueva vida con sus tíos, su familia adoptiva, lo que había sido un poco su experiencia; en Alcarràs se metía de lleno en esa zona rural de Cataluña y en el choque por el cambio de tradiciones que era también la historia de otra parte de su familia; ahora, en Romería, se va hasta Vigo para reencontrarse con la historia de amor de sus padres y la familia de su padre, que también murió de sida y al que nunca conoció. Y aunque la directora vuelve a partir de su relato personal e incluso de las cartas de su madre hablando de su tiempo en Galicia, deja muy claro que aquí, incluso más que antes, quería alejarse de su realidad. “Hay mucha ficción, sí que es verdad que yo conocí a parte de mi familia paterna cuando tenía la edad de Marina, pero no a toda, y la conocí en Madrid, y ese viaje a Galicia lo hice un poco más tarde, pero hay algo de mis emociones y curiosidad y también de mi frustración por no poder entender de manera profunda cómo fue la historia de mis padres, que es un poco el motor de la película y eso pasó de verdad”, explica. “Pero ese tour de cinco días no pasó, mi familia es aún más grande, los personajes están ficcionados para que realmente funcione como historia”.

Romería arranca con el viaje de Marina (Llúcia Garcia) de Barcelona a Vigo, necesita el certificado de defunción de su padre para conseguir una beca para sus estudios de cine. Esa es la excusa que la lleva hasta allí y por la que se encontrará por primera vez con la familia de su padre, al que tampoco llegó a conocer. La espera su tío (Tristán Ulloa) con su mujer y sus tres hijos, sus primos, con uno de ellos (Mitch) sentirá una conexión que le permitirá también ir conectando con el romance pasado de sus padres, mientras va releyendo aquellas cartas y diarios de su madre. Sus otras tías (Miryam Gallego, Sara Casasnovas) y tío (Alberto Gracia), el más cercano a su padre, y sus abuelos (José Ángel Egido, Marina Troncoso)… todos reaccionarán de manera distinta a la llegada de Marina y a los recuerdos que ella les despierta sobre aquel episodio que vivieron con vergüenza y lo ocultaron entre ellos y hacia fuera.

PANDEMIA DEL SILENCIO

En Romería, por eso, Carla Simón se aleja más de su historia personal para hablar de toda una generación perdida, “necesitaba esa distancia” para contar la historia de mucha más gente porque con Verano 1993 también se dio cuenta de que la suya era “una historia compartida”. “Mucha gente me lo decía y te das cuenta de que es algo muy grande”, razona. “El sida en cada país tiene historias distintas, en EE. UU. tuvo mucho que ver con la homosexualidad, en Reino Unido con la inmigración africana y en España tuvo que ver con la crisis de la heroína que a su vez tuvo que ver con ese momento de felicidad y libertad que se experimentó después de Franco, pero que tuvo una cara b, porque entraron muchas drogas… Se decía que mientras los jóvenes estuvieran en drogas no entraban en política y fue devastador, los jóvenes no sabían las consecuencias como sabemos ahora”. Y así arrancó una pandemia que se llevó a mucha gente por delante, pero de la que no se habló, ni se habla aún lo suficiente. “Yo creo que el estigma, el secreto que ha llevado la heroína es muy fuerte”, dice. Y quizá la vergüenza fue incluso mayor en las clases acomodadas, como retrata la película. “En nuestro imaginario parece que la heroína estuviera asociada a gente de chabolas, a tirados… pero la heroína tocó a todo el mundo, a todas las clases y, de hecho, empezó por las altas. Y ese dolor de las familias que han pasado por ahí es un poco de lo que habla también la película y el motivo por el que la memoria no está bien colocada”.

A través de Marina, de sus ojos y de la cámara con la que observa todo lo que está viendo en Galicia, intentando generar esos recuerdos que no tiene, la mirada es limpia, empática y hasta luminosa, contagiada por el sol y el mar de ese lugar en verano. “Mi idea era retratar desde la empatía también ese dolor suyo”, explica Simón. “Es algo que María [Zamora, su productora desde Verano 1993] y yo hablamos mucho: cuando tú tienes un personaje que llega enfadado a un sitio, tienes un conflicto. A nivel narrativo todo funciona normalmente, todo bien, pero yo no quería eso, porque yo no lo viví así y porque también creo que hay que empezar a sugerir otras narrativas y un viaje se puede hacer desde la curiosidad. Y, entonces, aunque esto implique menos conflicto de entrada, también puede ser un viaje muy profundo”. No quería que Marina “fuera una adolescente guerrera que está enfadada con el mundo”, explica la cineasta. “Esta chica tiene su amor, su familia y no va ahí en busca del amor que le falta, sino en busca de entenderse”.

JUEGO DE ESPEJOS

Romería es una historia en dos tiempos. En los 2000, cuando Marina llega a Vigo, y en los 80, en ese recuerdo imaginado de sus padres. Mitch y Llúcia Garcia están en ambos tiempos en un juego de fantasía y memoria que para Carla Simón es un paso adelante y al lado en su cine. Una salida de ese naturalismo que la caracterizaba hasta ahora. “Yo creo que me ha permitido jugar con las imágenes de una manera más profunda que en las otras películas, también hay todo un juego de espejos entre esta parte imaginada y la parte real, hay más juego con la poesía de las imágenes y con ese poder visual, un poco alejándome de ese compromiso mío con la realidad tan fuerte que tenía en mis películas anteriores”, explica. Y, aunque se siente más libre desde ese espacio abierto que retrata, “la estructura es más cerrada”, partida en capítulos con preguntas que se plantea Marina, episodios en los que va presentando a todos los personajes, interpretados, por cierto, por actores noveles, como Llúcia, pero con más actores profesionales que en sus anteriores filmes. Y entre todos ellos, Carla Simón juega más con el diálogo que nunca a lo mejor, quizá, para romper ese silencio impuesto sobre esa generación perdida, olvidada, silenciada porque, “al final –como dice ella–, es una película sobre el relato, sobre cómo se cuentan las cosas y quién las cuenta”.

Fotos: Getty Images

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