Tras el éxito de la primera, la secuela estaba garantizada Joker: Folie à Deux nos lleva hasta el manicomio Arkham, donde Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), el Joker, sigue a la espera de juicio, allí, tropezará con el amor verdadero, (Lady Gaga), y también encuentra la música que siempre ha llevado dentro.
Por Marco Cacioppo
Cuando se rodó Joker en 2018, nadie esperaba que una película más parecida a Taxi Driver que a una adaptación de personajes de cómic, causara tanta sensación entre el público y los entendidos. Más aún por quien estaba al mando, Todd Phillips, un realizador conocido únicamente por algunas comedias demenciales de éxito comercial y por un documental extremo sobre el escatológico rockero punk GG Allin.
El resultado: más de 1.000 millones de dólares en todo el mundo, 11 nominaciones a los Oscar, dos ganados (mejor actor protagonista y mejor banda sonora), un sorprendente León de Oro en el Festival de Cine de Venecia y una retahíla de otros premios. Vistos los números, no sería descabellado pensar en la secuela como una necesidad. Pues bien, no es el caso. Joaquin Phoenix, el protagonista, recuerda que él y Todd Phillips empezaron a hablar durante el rodaje de la primera sobre esa posibilidad: “Quizás fue a mitad de la primera película, mucho antes de su estreno. Ya entonces ambos sentíamos que había mucho más que explorar detrás del personaje. Me gustó la idea y el reto de continuar la historia, y llevarla a otros niveles de dramatismo”. Tenían ganas de ir más allá, de crear “algo aún más loco y audaz, como el propio Joker”, señala Phillips. “Así que Scott Silver y yo nos pusimos a escribir un guion con el concepto de la identidad en mente. ¿Quién es Arthur Fleck? ¿Y de dónde viene la música que lleva dentro?”.
Y, de hecho, Joker: Folie à deux, estrenada en la pasada edición del Festival de Cine de Venecia, se desarrolla en torno a estas dos preguntas existenciales. Participó en la sección oficial, al igual que su predecesora, aunque en esta ocasión se fue con las manos vacías.
Pero eso poco importa, porque la cinta es tan inquietante como Joker. Incluso más. Lo es desde el principio con los dibujos animados homenaje a los Looney Tunes que abren el filme, confiados a la pericia del director francés Sylvain Chomet (Bienvenidos a Belleville y El ilusionista). Y lo sigue siendo después, cuando Phillips y Silver lo convierten en una especie de thriller carcelario (con elementos de Corredor sin retorno y Shutter Island) a través de un proceso de deconstrucción del cine de cómics aún más extremo que en Joker que, a su vez evoluciona hacia un drama judicial al estilo de Sidney Lumet, anegado aquí y allá con momentos de suspense musical y una historia de amor cínica, incluso conmovedora, entre el protagonista y el personaje de Lee Quinzel, alias, Harley Quinn, alias Lady Gaga.
TRAGICOMEDIA ANIMADA
El prólogo de animación, que resume los acontecimientos pasados, es una verdadera declaración de intenciones subliminal y, tal vez, poco evidente de lo que vendrá después. En palabras de Phillips: “Pensé que era importante que la película transmitiese que el manicomio está dirigido por los reclusos, así que hablamos de una especie de apertura a lo Looney Tunes y de cuál habría sido nuestra versión, como si en su momento hubiera hecho dibujos animados sobre el Joker; y si, mostrándolo, aquel episodio sería temáticamente coherente con la primera película y, al mismo, tiempo con la idea de Arthur y su sombra, que es la base de esta secuela”.
Sí, porque el prólogo de Folie à deux es un corto de animación tragicómico, en el que Arthur Fleck, el Joker, está encerrado en el manicomio Arkham a la espera de juicio. Allí sufre los abusos del personal de seguridad (capitaneado, como veremos más adelante, por el gran actor irlandés Brendan Gleeson) y es víctima de la escisión de su alter ego, que, metafóricamente, deja de seguirle y se vuelve contra él. “Una vez que decidimos incluir la animación –prosigue el director– nos dijimos: ‘Vale, de acuerdo, pero ¿a quién podemos llamar para que lo haga?’.
Tengo un amigo que trabaja para la Cinémathèque Française en París, así que le envié un correo electrónico y le pregunté y me dijo: ‘¿Conoces a Sylvain Chomet?’. En seguida le contesté que sí, porque me encantaba. Scott y yo habíamos visto sus películas y habíamos hablado mucho de él. Me dio su contacto y le escribí presentándome. Conocía la primera película y, a partir de ahí, empezamos a hablar. Durante meses me envió dibujos de Arthur y del resto de elementos del decorado. Nunca había hecho animación, ni trabajado con un diseñador de dibujos animados, y él es de la vieja escuela. Lo hizo todo a mano, de ahí el encanto que tienen”.
En su lucha por conciliar sus dos identidades, Arthur encuentra el amor verdadero y se topa con la música que lleva dentro. “En la primera película, descubrimos momentos en los que Arthur y el Joker se mueven por el mundo que parecen musicales y extrañamente gráciles”, explica Phoenix. “Era como un ritmo que motivaba sus movimientos. Había nostalgia en la música que escuchaba, en la música que tenía en la cabeza y que fuimos descubriendo a medida que avanzábamos en el rodaje”.
Phillips subraya que Arthur/Joker ya mostraba una inclinación hacia la musicalidad antes incluso de que se empezara a hablar de una secuela: “Hablé con Joaquin casi de inmediato sobre la idea de que Arthur llevaba la música dentro, lo que le daba ímpetu y un poco de romanticismo. Creo que esto contribuyó desde la primera película a que Joaquin fuera consciente de esa musicalidad que caracteriza a su personaje. Por ejemplo, cuando baila en el baño, y, en general, en sus movimientos a lo largo de la cinta. Así que nos pareció un punto de partida lógico”.
MÚSICA DISOCIADA
Como gran cantante e intérprete que es, la música es la clave de la película para Lady Gaga. “Todd siempre ha dicho que había música en Arthur, me resulta difícil hablar de la génesis de algo en esta película sin empezar por Arthur y el primer Joker. La música desempeña un papel muy importante porque forma parte de lo que da vida a Arthur y a su otro yo”, revela la diva del pop.
“En cierto modo, es una metáfora de cómo Arthur se convierte en el Joker. Esta música que siente y que lleva dentro es la expresión en todo momento de cosas que en una actuación no pueden decirse con palabras. Tenían que expresarse a través de canciones y del baile. Me pareció que las canciones habían sido escogidas con habilidad y que la historia no había dejado de estar nunca en primer plano, además de que todo estaba conectado con una partereal de estos personajes. De no ser así, no sé si la música habría funcionado de la misma manera. Pienso que si estas acciones estrafalarias tienen sentido para nuestros corazones es, en parte, porque hay algo de verdad en todo ello”.
Lee Quinzel, también conocida como Harley Quinn, el personaje interpretado por Lady Gaga tiene un papel clave en Folie à deux. Esta pirómana de alta alcurnia, internada en Arkham por provocar incendios, despliega una pasión obsesiva por el Joker que hace que Arthur recupere la confianza en su doble.
“Al principio de la película, Arthur está en pésimas condiciones, sin apenas vida”, continúa la cantante que va afianzando cada vez más sus pasos en el cine. “Creo que Todd siempre ha intentado decir algo profundo sobre cómo el sistema oprime a los individuos. Este primer encuentro con Lee sugiere que nunca debe perderse la esperanza”. A lo que Phillips añade: “Lee cree en los actos de Arthur y en lo que dijo en el Murray Franklin Show. Vio la película que hicieron sobre el Joker 10 veces”. También por eso la escena de su primer encuentro resulta catártica. “Es una escena compleja –continúa el director–, porque, como puede verse, cuando él la ve, entramos en cámara lenta durante un segundo. Nos gustó la idea de que fuera un poco engañosa. Su relación con su vecina Sophie en la primera película no era real. Así que nos basamos en ese elemento para darle verosimilitud. Especialmente cuando le pone la pistola en la cabeza. Al verlo por primera vez, piensas: ‘Lo entiendo. Es imaginaria, no es real’. Pero luego resulta que lo es, en parte gracias al telefilme sobre Arthur, que forma parte de la película. Por eso, cuando entra en ese edificio y oye su voz en esa canción, cuando canta con la clase, puede sentir que algo en Arthur está cambiando o despertando”.
Esta dualidad, que la película refleja a varios niveles (realidad/imaginación, locura/integridad mental, Arthur/Joker, Lee/Harley, Arthur/Lee, Arthur/Harley, Lee/Joker, Harley/Joker), es también lo que une inextricablemente Folie à deux con Joker, convirtiendo a las dos películas en inseparables la una de la otra. Y, por supuesto, su protagonista se confirma como un antihéroe trágico, que va a contracorriente, un personaje incluso anticinematográfico.
En la primera película asistimos a la emancipación de un hombre invisible, marginado y totalmente alienado que se convierte involuntariamente en icono y en figura pública a través de su transfiguración en el violento criminal que es el Joker. En Folie à deux, le gustaría hacer una regresión, volver a la sombra y redescubrirse como Arthur, pero se da cuenta de que su mitad oscura ha tomado el control de sí mismo y, sobre todo, el de los demás, el de aquellos que desde fuera le miran como un líder carismático, esperando un gesto, extremo e iconoclasta, con el que iniciar la revolución.
Esta expectación es tanto para los habitantes de Gotham como para los espectadores, frente a los cuales sólo cabe –parecen decirnos Phillips y Phoenix– el olvido de un personaje, de un icono cuya única súplica es que le dejemos marchar y le olvidemos. Y quiere hacerlo en nombre de la no pertenencia a un género que, paradójicamente, espera que sus productos sean infinitamente reproducibles. Por eso, con esta película, que es un díptico, Todd Phillips y Joaquin Phoenix han creado una locura. Una locura a dos bandas.
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