«Yo sólo quiero que la gente lo pase bien». Menuda ambición, no es poca cosa. La frase de Laura Mañá podría haber pasado desapercibida en medio de una respuesta sobre la importancia de la comedia en nuestras vidas. “Reír, como comer o bailar, nos da la energía que necesitamos para confrontar las cosas negativas de la vida. Yo reivindico la comedia. En el cine y en mi vida, porque siempre he sido muy payasa. Me gusta reír y me gusta hacer reír, en las comidas y en las reuniones. De pequeña me imaginaba siendo payasa”, explica la directora de Las irresponsables, la adaptación de la obra teatral homónima de Javier Daulte que ahora encuentra traducción cinematográfica de la mano de la cineasta, de su coguionista Marta Buchaca y de Arcadia Motion Pictures, la productora de Robot Dreams y Blancanieves.
“Las comedias se consideran algo ligero, no se les da demasiada importancia, difícilmente las verás en las ceremonias de premios. Y yo no estoy nada de acuerdo con eso. Es muy difícil hacer reír, y el sentido del humor es importantísimo en la vida”, continúa. Una encendida defensa del género que contextualiza en el tono que ha querido darle a su nueva película. Las irresponsables es una historia de mujeres que pisan esa edad, los 50, que la gran pantalla suele invisibilizar. Las protagonistas son tres amigas de siempre en distintos momentos vitales, pero, aunque no lo sepan, con el mismo hartazgo e idénticas ganas de rebelarse y de levantar la voz: a sus maridos o exmaridos, a sus amantes, a sus jefes. Por razones que no contaremos aquí, a una de ellas le prestan durante tres días un casoplón de altísimo standing, con su piscina, su asistenta virtual y sus decenas de obras de arte en cada rincón. A partir de su llegada a la mansión, las cosas se descontrolarán inesperadamente.
“En todas mis películas se señala el machismo y, como estoy muy cansada de los tabúes, suelo hablar de lo que nunca se puede hablar”, apunta Laura Mañá cuando le preguntamos por el posicionamiento casi político de esa escena en la que la fabulosa Àgata Roca responde al inevitable: “¿Debes estar en uno de esos días, verdad?”. A comentario machirulo, respuesta contundente: “¿La regla? No, yo estoy ya con la menopausia”. Afirma la directora: “Es lo que las mujeres hemos escuchado toda la vida, el estigma. Pero creo que los señalamientos que hacemos en la película están incorporados de forma muy elegante”.
Poniendo en valor esa vida a partir de los 50, Mañá señala que sus personajes encajan con ese momento vital en el que los hijos se han hecho mayores, la vida profesional parece estable y las mujeres vuelven a poner a sus amigas en primer plano. Y qué mejor que pasar juntas un fin de semana. “Estamos acostumbradísimos a ver comedias con tíos yéndose de viaje, como Resacón en Las Vegas o Carta blanca. Con mujeres apenas recuerdo Thelma & Louise, pionera, buenísima, pero era otra cosa. He oído decir que hemos hecho una película femenina, y no es verdad, no diríamos que Resacón es masculina. Es una comedia para todo el mundo que, efectivamente, está protagonizada por tres mujeres”, razona. Ellas son Laia Marull, Betsy Túrnez y Àgata Roca, inspiradísimas en un trabajo sustentado en la química que comparten.
La actriz que nunca quiso dejar de serlo
En nuestra charla con Laura Mañá le recordamos sus inicios como actriz, en Manila (Antonio Chavarrías, 1991), La teta y la luna (Bigas Luna, 1994), La pasión turca (1994) y Libertarias (1996), ambas a las órdenes de Vicente Aranda. “En aquel momento no se me había pasado por la cabeza que algún día llegaría a dirigir, porque nunca había sido un sueño en mi vida. Yo solamente quería ser actriz. Entonces, estaba muy concentrada en mi trabajo y no puedo decir que aprendiera nada de directores tan importantes, porque no prestaba atención. Ahora sí aprovecharía la ocasión de fijarme en cómo rodaban, en cómo elegían el plano…”, afirma. Mañá tardaría un lustro en dar un salto a la dirección que no vincula a su trayectoria interpretativa, sino a una pasión por la escritura que comenzó de niña.
“Empecé con siete años y nunca he dejado de hacerlo. Con 23 años gané el Concurso de Cuentos Gabriel Aresti, se presentaban 3.000 personas, poca broma, y con el dinero que me pagaron me fui a vivir a París, a escribir. El premio era de 300.000 pesetas de la época, una fortuna. Hice las maletas, y para Francia, París, la capital de la cultura. Allí escribí un libro y también trabajé como actriz, que en realidad es lo que siempre he querido”, confiesa. Y añade: “Me gustaría seguir siéndolo, pero nadie me llama desde que empecé a dirigir, menuda injusticia”, se reivindica.
De su primera película tras la cámara, Sexo por compasión (2000), hace ahora 25 años. Y por el camino ha firmado Morir en San Hilario (2006), Ni Dios, ni patrón, ni marido (2010) o La vida empieza hoy (2010). También una trilogía de telefilmes sobre mujeres que la historia de España no ha puesto en valor, como Clara Campoamor, Concepción Arenal y Federica Montseny. Últimamente, ha abrazado la comedia con Te quiero, imbécil (2020) o Un novio para mi mujer (2022), buenos ejemplos de un tipo de cine con vocación popular, del que hace industria. Y que, de algún modo, comparte intenciones con Las irresponsables.
“Está muy incrustada esa idea de que las películas comerciales son cosa de los directores hombres. Mira, está muy bien que haya toda esta oleada de mujeres jóvenes cineastas que hacen películas muy íntimas. Pero tengo muchas ganas de ver también a chicas que quieran rodar cine comercial. Creo que el reto está en relacionar el dinero con las mujeres y que se piense en ellas para dirigir grandes producciones”. Como Maria Ripoll, por poner otro ejemplo de mujer cineasta que no deja de trabajar, Laura Mañá pertenece a una generación anterior a la del boom de las Simón, Trapé, Roquet, Funes, Rico y compañía.
“Cuando empecé éramos muy pocas y luchamos para conseguir más visibilidad, fuimos una generación que peleó para que ocurriera lo que está ocurriendo ahora. Yo me siento súper orgullosa de que haya tantas jóvenes dirigiendo, y que nuestro cine se vea fuera, en festivales internacionales. Y no me siento minusvalorada porque yo nunca he dejado de trabajar”, reflexiona. Y sigue: “Sí, es verdad que me he alejado un poco de mi universo, que se acercaba al realismo mágico, y eso sí lo echo de menos. Quizás en algunos momentos he sentido que me he perdido un poco, porque he hecho películas que han funcionado en taquilla, pero que nada tienen que ver con aquello que me impulsó a realizar mi primera película. Entonces sí me gustaría reconectar, y quizás ya no podré hacerlo con quien era hace 25 años. Lo que ocurre es que soy una persona tan curiosa, me ha gustado probar cosas como la publicidad o el documental. Y ahora, por ejemplo, me gustaría mucho rodar una historia de amor estilo Vidas pasadas. O una de aventuras… Es que, en realidad, creo que lo que mejor me definiría durante toda mi carrera es ser una gran aventurera”, remata.
Fotos: Getty Images
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