«El arte te permite acercarte a una verdad que resulta absolutamente esquiva en el contexto de la política», sentencia Salvador del Solar, director de cine, guionista, actor y político. Ahora, el que fuera presidente del Consejo de Ministros de Perú y ministro de Cultura, de regreso al universo cinematográfico, explora territorios más íntimos, aunque vinculados en cierta forma a una realidad colectiva. Con la complicidad de Álvaro Cervantes (Sorda) y Emanuel Soriano (Django, en el nombre del hijo), Del Solar profundiza en esta película en las relaciones de amistad entre hombres. Lo hace a partir de una historia ambientada en los días de la pandemia. Mateo, un hombre español, se ha quedado atrapado en Lima durante el confinamiento. Allí conoce a Ramón, con quien conecta muy pronto y decide acompañarle en un viaje a Huancayo, donde va a esparcir las cenizas de su padre, con quien no se entendía bien.
Las raíces, la herencia emocional familiar y las tradiciones se van revelando en esta historia, en la que los personajes se descubren a sí mismos gracias al encuentro con el otro. “Todos tenemos un asunto pendiente, cada uno de nosotros, pero también todos juntos. Hay un nudo en cada persona y si no consigo intentar desatarlo, no voy a terminar de florecer”, explica el director, autor también del guion junto a Héctor Gálvez.
Del Solar reflexiona sobre el papel de los vínculos familiares y la importancia de nuestras raíces. “Los lazos familiares y la historia de nuestra familia son importantes para todos. Vivimos en un mundo en el que podría dar la impresión de que como individuos somos suficientes, sin embargo, es justo lo contrario. La película va de eso, de una integración gracias a la cual podemos vivir mejor”, comenta. En este sentido, hace referencia a la relación del personaje con su padre, quien lo rechazó por su homosexualidad. “A partir de ese dolor y explorando ese rechazo se puede llegar a esta especie de sanación”, dice.
Ramón y Ramón no es solo una película sobre hombres. En la historia también tiene un papel esencial la madre de Ramón, una mujer que ha emigrado a otro país para trabajar. Ella representa la figura de la cuidadora y permite reflexionar sobre la necesidad universal de cuidar a otros y de permitir que nos cuiden.
“A veces dejarse acompañar es más difícil que acompañar”, señala Del Solar. Esta es una de las ideas centrales de la película, que, en palabras del director, trata sobre “abrirnos a los demás, abrirnos a todos”. El personaje de Ramón “anda diciéndose y diciendo a todo el mundo que lo que quiere es deshacerse de las cenizas de su padre, pero en realidad es lo último que quiere realmente, porque en el fondo sabe que debe conectar y compartir su dolor con los demás”.
Con música de Gabriel Casacuberta y Hernán González Villamil, la película que participó en la pasada edición del Festival de San Sebastián— es el relato de un viaje físico y, al mismo tiempo, un viaje de autodescubrimiento. Dos hombres que, a través del vínculo con el otro y con la memoria familiar, logran conocerse mejor en su identidad.
“Una historia como ésta nos conecta con el padre, con el que teóricamente no querríamos conectar, que es también una alegoría de la conexión con las tradiciones, con las que andamos diciendo que no tenemos ninguna relación”, declara Del Solar. “En mi opinión es justo al revés. Es escuchando, comentando, atravesando ese camino que Ramón, y cualquiera de nosotros, puede conocerse mejor”.
Este proceso también lo vive el personaje de Mateo. “Las casualidades de la vida le hicieron quedarse varado en Lima y es ahí cuando comienza a darse cuenta de que no extraña la vida de siempre”, concluye el director.