A lo largo de sus quince años de historia, The Walking Dead ha experimentado una profunda transformación, pasando de ser una serie de terror a un fenómeno coral centrado en las relaciones humanas y el conflicto social postapocalíptico. Sin embargo, esta evolución narrativa natural ha eclipsado cada vez más el verdadero motor del terror inicial: los zombis. Temporadas más recientes, tanto de la serie original como de sus spin-offs, han relegado a los caminantes a meros personajes secundarios, mudos, en una narrativa dominada por villanos humanos, guerras de facciones y escenarios distópicos ya familiares.
Esta decisión ha generado una creciente frustración entre los primeros fans, quienes reconocían la amenaza de los no muertos como el núcleo de la tensión. En algunos casos, episodios enteros se han desarrollado sin que los zombis tengan relevancia alguna en la trama, perdiendo de vista el elemento de terror que distinguió a la serie en sus inicios. Es precisamente en este contexto que la tercera temporada de The Walking Dead: Daryl Dixon se perfila como un posible punto de inflexión, devolviendo a los no muertos al centro de la acción y devolviendo a la franquicia una sensación de peligro e inquietud que se había echado de menos durante mucho tiempo.
El episodio inicial, ambientado en un Londres desierto y fantasmal, destaca por su uso deliberado y estratégico de zombis. Daryl y Carol se encuentran en una ciudad aparentemente vacía, pero aún infestada de caminantes latentes que reviven en una secuencia tensa y evocadora. Los muertos emergen de autobuses, calles secundarias y zarzas que crecen alrededor de sus cuerpos, con una estética decadente que evoca deliberadamente las primeras temporadas. El peligro es real e inmediato, obligando a los protagonistas a refugiarse en un edificio abandonado, donde permanecen atrapados durante días, sin saber si podrán escapar.
Incluso sin introducir variantes mejoradas ni evoluciones del virus, cuyo origen ya se ha revelado , la temporada parece decidida a devolver el miedo a lo desconocido y la urgencia de sobrevivir al centro de la narrativa, elementos que se han vuelto marginales en el resto de la franquicia. Y si bien es cierto que el espectador rara vez teme realmente por la vida de los dos personajes principales, la dirección y la tensión generada logran transmitir una sensación de vulnerabilidad y claustrofobia .
Tras años viendo a los caminantes como obstáculos logísticos en lugar de amenazas tangibles, Daryl Dixon demuestra que aún hay espacio para narrar el apocalipsis zombi con la combinación perfecta de terror y acción. Si la temporada continúa en esta dirección, podría representar no solo un renacimiento para el personaje, sino también una renovación importante para todo el universo narrativo de The Walking Dead .