Una adolescente y su novio no paran de recibir mensajes vulgares e insultantes en el móvil. ¿Quién los envía? ¿Por qué?. Esta premisa llena de incógnitas ha conquistado a los espectadores de Netflix situando a Número desconocido: Falsa identidad en el instituto como lo más visto, un documental lleno de giros escalofriantes que relata una cruda y sórdida historia real.
Quizá uno de los factores que ha enganchado al público es que detrás de lo ocurrido se esconde la triste realidad del acoso escolar, aunque, no te precipites, el final de esta historia es impredecible.
Bajo la dirección de Skye Borgman —responsable de impactantes piezas como Abducted in Plain Sight y Girl in the Picture— y producido por Campfire Studios y Terminal B Television, el filme de 90 minutos no es un true crime al uso: es un retrato descarnado del impacto del acoso digital y la traición más devastadora, aquella que proviene desde el interior de la propia familia.
La fórmula de Borgman combina entrevistas con los protagonistas, material de archivo y una puesta en escena que mantiene la tensión digna de un thriller. El resultado: un documental que no solo atrapa al espectador, sino que invita a la reflexión social sobre los límites de la intimidad digital y la salud mental.
La historia real detrás del documental
La trama sigue a Lauryn Licari, una adolescente de 13 años, y a su entonces novio Owen, quienes comenzaron a recibir decenas de mensajes anónimos al día: insultos, burlas y textos cargados de violencia psicológica.
El caso rápidamente dejó de ser un simple asunto escolar: los mensajes eran tan insistentes que se volvió necesario involucrar a la policía local y, más tarde, incluso al FBI, ante la imposibilidad de rastrear al autor o autora.
El giro de la historia parece sacado de un thriller: tras meses de investigación, los agentes descubrieron que la responsable no era una compañera de instituto, sino la propia madre de Lauryn, Kendra Licari. Usando aplicaciones para falsificar números de teléfono, había creado un escenario de terror psicológico contra su propia hija y el entorno de la joven.
Cuando fue confrontada, Kendra confesó de inmediato. En diciembre de 2022 fue arrestada y condenada a una pena de entre 19 meses y 5 años de prisión por acoso a menores y conspiración. Quedó en libertad condicional en agosto de 2024, aunque la relación con su hija quedó profundamente dañada: Lauryn se mudó con su padre, quien obtuvo la custodia completa, y hasta el día de hoy mantiene la distancia con su madre.
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