Crítica: ‘I Saw The TV Glow’: entre la pesadilla surrealista y el drama juvenil

I Saw The TV Glow

★★★★/★★★★★

Por Pelayo Sánchez

En su inquietante, marciano y admirablemente honesto segundo largometraje, Jane Schoenbrun arroja una desoladora mirada al final de la inocencia y a la llegada de una vida adulta que, tal como a todos nos vendieron durante la infancia, se suponía que sería distinta. Dos adolescentes solitarios, víctimas de la marginación escolar e hijos únicos de familias desestructuradas, se refugian el uno en el otro (y en una serie de televisión en la línea de Buffy Cazavampiros que ejercerá sobre ellos un fuerte influjo) para escapar de la infeliz realidad que les ha tocado vivir.

Entre la pesadilla surrealista y el drama juvenil, y con unas maneras fílmicas en las que resuenan ecos tanto de Lynch como de Araki, Schoenbrun filma en I Saw The TV Glow una enigmática y perturbadora fábula sobre el golpe de realidad que acompaña a la llegada de la veintena (y que también puede leerse en clave de parábola queer sobre la disforia de género): las expectativas que se frustran, los sueños que nunca terminan de cumplirse, el inexorable paso del tiempo. La rutina, el fracaso, el envejecimiento. La pesadilla colectiva.

A su directora le interesa precisamente el momento del quiebre, esto es, el espacio liminar: cuando aquello que a nuestro yo infante podía resultarle mágico, invitándolo a la ensoñación, comienza a revelarse, ya bajo un prisma adulto, como acartonado y artificial, quedando inutilizable como vía de escape (como ejemplo para quienes nacimos en los 90, basta revisar, con los ojos de hoy, uno de aquellos episodios de la serie Pesadillas de R.L. Stine que tan aterradores nos resultaron en su momento).

Pero si algo torna verdaderamente valioso el film de Schoebrun es la radicalidad de su propuesta estética: la cineasta lleva a cabo un arriesgadísimo y muy estimulante salto al vacío confiando plenamente en las formas fílmicas y exprimiendo el lenguaje cinematográfico (especialmente la cadencia, el diseño sonoro y el uso del color) hasta sus últimas consecuencias. El resultado en un film que no da respuestas, que evita transitar los senderos de la narrativa clásica y que está cargado de imágenes desasosegantes y alucinadas que, lejos de caprichosas, resultan auténticamente pregnantes. Una joya.

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