Crítica ‘Vaiana 2’

Vaiana 2

Por Irene Crespo

★★★½/★★★★★

La aventura de la navegante (nada de princesa) de Motunui se agranda y seguirá encantando a sus grandes admiradores.

Lo sepas o no, porque te pillara con niños cerca o porque tu niña interior estuviera muy a flor de piel, en 2016, Vaiana marcó mucho, muchísimo. Y desde entonces aquí sólo ha ido sumando cientos y cientos de admiradores. Quizá la ola del merchandising de la heroína polinesia nunca fue tan fuerte como la que ha arrastrado Frozen (2013) en la última década, pero la conexión que ha logrado forjar esta chica curiosa, un poco rebelde, comprometida, concienciada, con mensaje sobre la familia, la tradición, el cambio climático y un fuerte espíritu aventurero explica por qué el estreno de su secuela ya ha superado algún récord (la película más taquillera del ansiado fin de semana de Acción de Gracias en EE UU).

Durante un tiempo, la idea para Vaiana 2 era presentarla en formato serie. De ahí, que la llegada de la secuela haya tardado más de lo normal para la casa Disney. Y quizá también que lo haya hecho sin algunos de los nombres detrás de la original. Como, y sobre todo, Lin-Manuel Miranda, cuya música tuvo mucho que ver en el éxito de la primera película. Con este título, de hecho, el compositor y director despegó su carrera en Hollywood.

Si empezamos analizando Vaiana 2 por la música, sus nuevas compositoras, Abigail Barlow y Emily Bear, han logrado un más que decente trabajo en mantener la línea que estableció Miranda, quizá demasiado mimético, pero en cualquier caso funciona para no molestar ni cansar en exceso a ese público para el que está principalmente pensada la aventura: los niños y niñas. Y ellos, puedo asegurarlo, porque lo viví de su mano, salieron encantados.

La película arranca tres años después de donde se quedó la primera, Vaiana de Motunui es una respetada líder de su pueblo, ahora una comunidad que mira al mar, que vive del mar y, precisamente, por eso, tienen claro que en ese enorme mar tiene que haber otras islas, otras personas, otros pueblos. Descubren entonces la maldición de un malvado dios que hundió Motufetu, la isla en la que convergían todas las rutas marinas. Decidida a seguir su destino, Vaiana monta una tripulación peculiar, nada experta y se lanzan a romper el hechizo divino, confiando que, en el camino, reaparezca su fiel amigo y semidios Maui.

Maui vuelve, también el pollo y Pua, el cerdito, y a la troupe marinera se suman personajes muy diversos (una chica ingeniera, un chico historiador, un abuelo agricultor) que suman en ese humor con mensaje, ese que Disney no deja para nada al azar y que sabe hacer muy bien. También hay una semivillana nueva, Matangi, en cuya visita aparecen algunas de las animaciones más locas de la película. Porque, sí, si algo se puede destacar de Vaiana 2 es ese delirio de colores que ofrece, de los neones a la infinidad de azules. Hay más noche y brillante oscuridad en esta secuela. Un prodigio de animación que volverá a enloquecer, aún más, a todos esos admiradores y admiradoras entregadas a las aventuras y espíritu de Vaiana de Motunui.

Por último, un personaje nuevo que, si son capaces de encontrarle una buena continuidad, promete mucho: la hermana pequeña de Vaiana. La relación que protagonizan las dos hermanas, el corazón esta vez del filme (que en la primera era con la abuela), y la personalidad de la pequeña Simea podrían dar pie a esa serie que tanto buscaban… o quién sabe… ¿Vaiana 3?

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