Javier Pereira interpreta en El instinto a un arquitecto que ha diseñado su casa, de la que ahora no puede salir. La película llega a los cines este viernes 16 de mayo.
¿Cuál fue la semilla del proyecto?
El guion de esta película fue mi TFG (Trabajo de Fin de Carrera). Dany Campos, mi productor, me animó a sacarlo adelante: se trataba de una película pequeñita, con muy pocos actores y localizaciones mínimas.
¿Vio claro que podía funcionar?
Sí, porque, además de ser sencilla de rodar, era una propuesta que tenía dos cosas: una mirada autoral y, al mismo tiempo, una premisa potente que podía venderse.
Ese gancho era clave.
Claro, porque sabíamos que íbamos a movernos en unas vías muy independientes y al margen de la industria, por lo que necesitábamos tener capacidad de impacto.
¿Cómo fue el proceso de escritura del guion?
Lo escribí durante el encierro por el Covid. La ansiedad que yo mismo sentía en aquel momento me ayudó a construir ese desasosiego en el que vive inmerso el protagonista.
En este sentido, es una película muy psicológica.
Claro. Es un personaje que no puede salir de su propia casa, porque tiene agorafobia. Todo está contado desde su propia perspectiva.
Y el personaje, además, es arquitecto. ¿Por qué?
Es una idea que me fascinó desde el principio: la historia de un arquitecto que diseña su propia casa y que no puede salir de ella.
¿Cuáles fueron las referencias o películas que te acompañaron durante el proceso creativo?
Citaría cuatro: Ventajas de viajar en tren (Aritz Moreno, 2019), Foxcatcher (Bennett Miller, 2014), El hombre de al lado (Cohn y Duptar, 2009) y Funny Games (Michael Haneke, 1997). El diálogo es un pilar fundamental de la película, pero siempre buscas evitar la sobreexplicación. Era difícil, porque había que dar asideros al espectador para que entendiese la historia, pero al mismo tiempo no quería caer en las obviedades.
En este sentido, es interesante el uso que haces de los flashbacks, que, en realidad, no son flashbacks como tal.
Eso es. Son ráfagas breves de imágenes que conectan la emoción del personaje en el presente con momentos traumáticos de su pasado. Son rimas que huyen de lo evidente.
¿Qué fue lo más complicado de hacer El instinto?
Encontrar un equilibrio entre la mirada autoral y la propuesta comercial. La clave estaba en construir un thriller muy entretenido que, al mismo tiempo, tuviera algo que decir, un discurso.
En una frase, ¿de qué dirías que habla tu película?
Es una película sobre la masculinidad tóxica, sobre la violencia y el abuso que muchas veces nos infligimos entre hombres.
¿Cómo entró en la película Javier Pereira, el protagonista?
Fue gracias a Juana Martínez, directora de casting que trabaja en la escuela Act Madrid, donde también damos clase Dany Campos, el productor, y yo.
¿Ella os puso en contacto con Javier?
El guion pasó por varias personas, pero unos cuantos actores rechazaron el papel por considerarlo muy oscuro. Javier lo entendió muy pronto y quiso interpretarlo.
¿Y los dos actores que le acompañan, Fernando Cayo y Eva Llorach, cuándo entraron?
Ambos se sumaron rápido: entendieron que no queríamos ir a una propuesta fácil, de género, puramente morbosa, sino que había algo más.
Pese a haber un guion cerrado, se nota un espacio para la espontaneidad en el trabajo con los actores.
Sí, consideré importante que hiciesen suyos los diálogos, que evitasen sonar acartonados. Era imprescindible, para mí, rescatar del rodaje los momentos de máxima verdad.