Después de casi tres años y medio de trabajo, Mario Casas estrena su ópera prima. Escribió Mi soledad tiene alas, junto a Déborah François, pensando en su hermano Óscar como protagonista y en un universo que conoce bien.
Por María Sanz
Mario Casas está contento y satisfecho cuando se le pregunta por Mi soledad tiene alas. Se le alargan las respuestas de pura admiración cuando nos habla de su hermano, Óscar Casas, y del trabajo que ha hecho para interpretar a Dan, el protagonista. También cuando se refiere a Candela González y Farid Bechara, los dos actores no profesionales quedan vida a Vio y Reno.
Los tres se meten en la piel de unos chavales de barrio que tontean con la violencia, los atracos y se sumergen en la fiesta; pero, que también se enfrentan a dar el salto a la madurez, a lidiar con los cambios que conlleva y a
descubrir qué se puede hacer con toda la sensibilidad que uno lleva dentro en un lugar en que la ternura no está bien vista.
Te estrenas como coguionista y director, ¿Qué tal ha sido la experiencia?
Ha sido una experiencia única y maravillosa, en la que también he aprendido muchísimo. Al otro lado ves todo con otra perspectiva. Un actor se prepara un personaje durante un tiempo, lo trabaja después con el director en los ensayos, llegas y todo está hecho. En este caso, aprendes que empiezas todo desde cero. Aunque los actores sabemos todo el trabajo que hay detrás, hasta que no lo vives en tus propias carnes no eres consciente.
Escribisteis el guion pensando en Óscar, tu hermano, y en el personaje que a ti te habría gustado interpretar a soledad. ¿Cómo es Dan?
Yo tenía clarísimo que, si dirigía una película, iba a dirigir a mi hermano. Ahora mismo, me parece uno de los actores
más potentes y con más talento con su edad en el panorama español. Cuando yo digo que es el personaje que me hubiera gustado hacer es por todos los matices que un personaje de 20 años tiene. Ese puente de emociones, de preguntas, de quién eres realmente, de qué quieres hacer con tu vida, me parecían muy interesantes en esa edad porque además te da como frescura, todavía hay mucha cosa dentro pasando cuando eres tan joven. El personaje de Óscar es un chaval que viene del barrio, de una clase obrera, es artista, es dibujante, pinta. Yo quería trabajar que es un chaval con mucha sensibilidad, pero por donde le ha tocado nacer, por la familia que ha tenido, no es
capaz de sacar todo eso.
¿Fue la búsqueda de esta frescura lo que os hizo decantaros por actores no profesionales?
Cuando yo decido que Óscar va a ser el protagonista, le quiero rodear de acto- res no profesionales. Le quería dar esa verdad, meterlo en ese lugar, transformarlo. Lo rapé, le hice bajar mucho de peso, hicimos un trabajo muy exhaustivo durante meses y es de lo que más orgulloso estoy, porque tú ves la peli y te crees que Óscar es uno más.
¿Cómo ha sido el proceso de trabajo con este grupo de actores?
Es el proceso que más he disfrutado de toda la experiencia. Hice un casting de casi año y medio para escogerlos. Me fui a Barcelona, a Madrid, a alguna otra ciudad. Fue un casting multitudinario. También pedí un mes y medio de en- sayos. Hemos hecho un proceso que no era exactamente de papel y sentarte, si-no de crear una relación entre ellos y a partir de ahí, volar, que es un poco lo que ha pasado en la película.
Durante el rodaje, ¿tenías en mente algún director que te haya inspirado?
Ha habido directores con los que he trabajado, como Alberto Rodríguez, Mar- celo Piñeiro, Paco Cabezas, que me ha gustado mucho verlos en set. Yo soy actor, entonces conozco los miedos, inseguridades, lo que dependemos de un di- rector. Yo he intentado mantenerlos a ellos muy tranquilos. Si tú no tienes un equipo feliz, que te apoya, no tienes película. Creo que así ha sido, ha sido un viaje muy especial y todo el equipo muy a favor de Mi soledad tiene alas.
Has vuelto a los barrios de tu infancia. ¿Has sentido una regresión al pasado?
Hay secuencias, sobre todo, al principio, cuando los veo a los tres en las terrazas, cuando están solos al amanecer, fuman- do, charlando antes de ir a casa después de una fiesta, que era un recuerdo precioso y volvía a mi infancia. En muchos de los barrios donde hemos grabado, yo he pasado tiempo. Muchos de mis amigos eran de Hospitalet, de Bellvitge, así que sí que ha habido un poco de regresión. Y en la ropa, que está toda marcada en el mundo de los 2000, que era mi época.
¿Es una oda a la amistad?
Es una oda a mi hermano. Vivir una experiencia de este calibre con tu herma- no pequeño, que también es actor, y que el hermano mayor lo dirija, tocar mu- chas notas que nadie va a poder tocar… Y él se ha dejado porque es muy complicado ir a los lugares que le he hecho tocar. Él se ha roto, él se viene abajo en la peli por completo.
También es cierto que hay momentos que la gente va a reconocer de películas que he hecho como actor. Me parecía interesante hacer algo así porque da una conexión con el público desde otro lugar. A la vez, es una oda a lo que el ser humano siente: la amistad, el amor, lo que te producen o no los lazos familiares y los viajes sin vuelta atrás, que siempre tendrás que mirar para delante y hay lugares que tienes que dejar atrás y saber que nunca más vas a volver a ellos.
¿Has conseguido hacer la película que tenías en mente?
Sí. Creo que supera las expectativas. Es muy difícil, cuando es tu primera película, ser objetivo con lo que pensabas. Yo no había pasado por montaje, por sonido, por música… Vas creando y la intuición, la energía de los propios personajes, de la historia, va creando de una manera natural esta primera película. Estoy contento porque he hecho lo que quería hacer, me he arriesgado, he probado y en los errores estarán los aciertos si vuelvo a rodar en un futuro.
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