Por Nando Salvá
La osadía como fuente de inspiración
“Después de mi ópera prima, Santa Maud (2019), yo estaba exultante, porque la película había tenido éxito, pero sobre todo, por la sencilla razón de que me las había arreglado para hacerla, tras un proceso complicadísimo y lleno de incertidumbres. Me sentía muy segura de mí misma, y supongo que eso
me empujó a ser insensata; después de todo, si lo hubiera pensado con detenimiento, mi segundo largometraje habría sido mucho más conservador y menos arriesgado que Sangre en los labios.
En lugar de eso, decidí que quería hacer el tipo de película que me gustaría ver como espectadora, algo divertido,
y excesivo, y sexy, y vulgar y oscuro. Y me pareció buena idea ambientarla en el mundo del culturismo, porque me parece francamente extraño que haya personas dispuestas a someterse a sufrimiento físico extremo para convertirse en esculturas humanas.
Desde el principio, además, supe que Sangre en los labios iba a ser violenta y sangrienta y, aunque algunas de
las escenas que rodamos acabaron quedándose fuera de la película porque iban demasiado lejos en ese sentido, no fueron muchas. Afortunadamente, desde A24 me animaron a ser tan extrema como quisiera”.
Mujeres que van demasiado lejos
“Santa Maud y Sangre en los labios comparten un vínculo temático claro. Ambas son historias de mujeres obsesionadas por experimentar una transformación personal y que, con el fin de lograrla, toman decisiones moralmente cuestionables y hacen cosas muy feas.
En ambos casos, son personajes con los que, a primera vista, el espectador siente que no tiene nada que ver, pero que, poco a poco, van revelando personalidades y emociones con las que todos podemos conectar.
Encarnan versiones desmesuradas y algo absurdas de actitudes y sentimientos universales”.
La mirada ‘outsider’
“La lista de directores europeos o procedentes de fuera de EE UU que se han mostrado fascinados por la cultura y la mitología americanas antes que yo es muy larga, y mentiría si negara que el look de mi película está infl uenciado hasta cierto punto por el de París, Texas, de Wim Wenders.
Mi objetivo al escribir Sangre en los labios fue tomar las convenciones de un género tan genuinamente americano
como el cine negro y juguetear con ellas en busca de algo nuevo. El personaje central, al fi n y al cabo, es la versión
femenina de un antihéroe clásico, alguien atormentada por su pasado que fuma mucho más de lo que debería.
Desde el principio, di por hecho que Kristen Stewart sería la actriz perfecta para interpretarlo y, como alguien me había dicho que ella era fan de Santa Maud, se lo ofrecí sin dudarlo un instante. Supongo que habría hecho la película igualmente, aunque Kristen hubiera rechazado el papel, pero estoy segura de que me habría salido mucho peor”.
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