El primer día que, recién llegado a Buenos Aires para rodar ¿Quién quiere casarse con un astronauta?, pisó la céntrica calle Corrientes ansioso por conocer la ciudad, tuvo que meterse bajo techo. “No podía caminar”, exclama Raúl Tejón (Madrid, 1975), recordando aquella toma de conciencia de los efectos de un fenómeno que empezaba a cambiarle la vida. A punto de cumplir los 50, este getafense filma ahora la cuarta temporada de Machos alfa, y saborea el éxito desde la perspectiva de quien conoce bien un oficio marcado por la inestabilidad. Remakeada por franceses (Supermachos), neerlandeses (Gallitos) o italianos (Machos de verdad), tal ha sido su impacto, la serie creada por los hermanos Caballero para Netflix ha regalado el cálido abrazo del público para este corredor de fondo, tres décadas en el oficio desde que asomara la cabeza en un episodio de A las once en casa. Y con el paso, breve o no tanto, por títulos televisivos tan icónicos como El comisario, Hospital Central, Al salir de clase o Ana y los 7.
La popularidad está servida, pero Machos alfa significa por encima de todo una ventana de oportunidad profesional, traducida en poder escribir y dirigir una película, y en más y mejores ofertas de trabajo. Para muestra un botón. O dos, porque Tejón hace doblete cinematográfico en agosto: por un lado, estrena la del astronauta, nada que ver con viajes al espacio y sí con las comedias románticas de toda la vida. Y, por el otro, participa de la juguetona Uno equis dos, que también es todo un viaje, en este caso atravesando géneros y apuñalando expectativas.
Curtido en mil batallas y dispuesto a aprovechar estos vientos que soplan a favor, Raúl Tejón es, más allá de su indiscutible talento como actor, alguien que habla claro. Hace poco se viralizó una entrevista en El País donde celebraba algo tan obvio como la justicia social traducida en el pago de impuestos. No era la primera vez, ni será la última, tal y como está el percal, que nuestro hombre recibía el hate de anónimos que vomitan odio en el vertedero de las redes sociales. Por rojo, por homosexual o por vaya usted a saber, porque insultar es gratis. Pero su discurso, y la sensación del arriba firmante, apuntan a que esas reacciones le importan un bledo.
¿Cómo te ha cambiado la vida Machos alfa?
Mucho y para bien. Llevo casi 30 años en esto, siempre en una segunda línea. Corredor de fondo y sin quejas, eh, porque he vivido toda la vida de este oficio. Pero al entrar a trabajar con Antonio Rubial [su representante], me dice: “Te pondré a competir en otra liga, porque tienes el talento y las cualidades suficientes”. Durante años no salió. Antonio me hacía competir con los grandes, y siempre van a preferirles antes que al pez pequeño. Pero llegó Machos alfa. Lo bueno es que los hermanos Caballero buscan el casting perfecto, no el más comercial. Había trabajado con ellos en un piloto para una serie que no se hizo y en un capítulo de La que se avecina que funcionó muy bien. Me llamaron para una prueba y salió. Antes ocurría que, tras hacer un casting, un director llamaba a mi representante, le decía que había dejado a todos con la boca abierta, pero que no pasaría a la siguiente fase porque no era suficientemente conocido. Ahora sigo haciendo exactamente el mismo trabajo, pero me conoce mucha más gente. Y abre puertas.
No sólo abre puertas. Decías que en Buenos Aires no podías salir a la calle.
Es verdad, pero este tipo de popularidad es algo que viene y va. Estrenas la serie y te conoce todo el mundo. A los tres meses te conoce la mitad de gente, la otra ya se ha olvidado de ti. Yo fui un niño de Al salir de clase y no sabes la locura que era ir a una discoteca con el reparto. Trabajé tres años en Ana y los siete, me veían los niños pequeños y las señoras. Eso desapareció. La popularidad es otra cosa, el salto cualitativo que ha llegado con Machos alfa es que no solamente estoy en las cabezas del público, que es muy importante, fundamental, es que también estoy en las cabezas de la industria.
Ahora la fama debe vivirse de forma muy distinta.
Cuando llega a los 20 años… muchos compañeros de generación pensaron que la fama no acabaría, que siempre llegaría trabajo. Por Al salir de clase pasamos 500 actores, y creo que en activo no quedaremos más de 50. Entonces, sé que la popularidad es popularidad, y la agradezco de corazón. Pero fundamento mi carrera en otras cosas: en que tengo una voz y cosas que contar. Y, con 50 años que voy a cumplir, estoy en una fase de serenidad y de colocar las cosas en su sitio. Soy consciente de que Machos alfa terminará antes o después, y todo volverá a una cierta normalidad.
Estrenas ¿Quién quiere casarse con un astronauta?
Ahí me he hecho a todas las Sandras Bullock, a todas las Julias Roberts. Me lo he reído todo, me lo he llorado todo, me lo he bailado todo. Todo lo que ha hecho la comedia romántica en 30 años me lo he hecho yo en una película.
Hay pocas rom-com con personajes del colectivo LGTBIQ+. ¿Hemos avanzado poco?
Bueno, la sociedad es patriarcal y el cine es patriarcal. Ahí seguimos. Muchas veces me preguntan cómo es interpretar a un gay o a un heterosexual. Yo interpreto a una persona que se enamora de quien se enamora o que folla con quien le apetece, y no a un gay o a un hetero. Cada vez hay más películas LGTBIQ+, pero no hay tantas comedias románticas o feelgood movies como esta. Mira, el otro día, en una proyección de la película en Argentina, un señor se levantó gritando: “Putos de mierda, invertidos, aguante Miley”. Año 2025. Porque le doy un beso a otro chico. Parece que hemos avanzado mucho, pero a lo mejor estamos retrocediendo y hay que volver a las barricadas. Y El astronauta es una forma de volver a ellas. Señores, ya está, yo me puedo enamorar de un hombre, de una mujer, de quien me dé la gana. O de un hombre y una mujer y vivir en trieja. Porque mi vida es mía. Y, además, todo eso no tiene que ser peor que el único modelo de familia, heterosexual y monógamo, que nos han dicho que funciona. ¡Yo creo que no!
¿Cuánto hay de decisión política en hacer una película como esta?
Mi vida es política. Soy un ser político. ¡Todos lo somos! Incluso el que dice que no, porque ese ya es un posicionamiento político. Entonces, cuando me manifiesto en un medio de comunicación o en mi vida privada, todo lo que hago es política. Pedro Zerolo me dijo algo maravilloso: la militancia no es pública, también es privada. Militancia es sentar a tu mesa al contrario. Y sin que nadie se entere. Cuando, en Uno equis dos, llevo a mi personaje hasta donde lo llevo, también es una posición política, porque hablo de la miseria del alma humana.
¿Qué podemos escribir sobre Uno equis dos? Porque menudos giros de guion…
Ya sabemos que las películas tienen giros, y es verdad que aquí no te lo esperas. Empieza como una comedia y yo diría que casi termina como slasher, ¿no? (risas) Chapó por Alberto Utrera y por Carlos Soria, el coguionista, por esta terrible y estúpida cadena de equivocaciones, que… Hay que verla, es muy divertida.
¿Qué puedes contar sobre la película que dirigirás?
Podría contarte mucho, pero tendría que matarte [risas]. Es un proyecto escrito junto a Joaquín Llamas en el que saldrá mi visión del mundo. Hablaré del buen vivir, del buen morir, de emigrantes, de amor y desamor, y de cómo vivir el desamor. Temas que me han traído hasta aquí. Soy fruto de las experiencias que he tenido y no puedo renegar de ellas, incluso de las más dolorosas y jodidas, porque me han hecho como soy. Es lo que me distingue como artista.
En el revuelo que se generó con tu entrevista en El País, ¿te dieron más hostias por hablar tan claro de tu homosexualidad o de tu rojez, de ser abiertamente de izquierdas?
De la rojez, que molesta mucho. A mí me preguntan si soy rojo… más que un coche de bomberos. No sé si has visto ese vídeo en el que un tipo dice que le llaman rojo por querer una sanidad y una educación pública de calidad, porque los impuestos vayan a tal sitio, o porque los más ricos sean quienes más paguen. Si esto es ser rojo, sí, señores, soy rojo. ¿Qué le voy a hacer? Lo contrario a la pobreza no es la riqueza, es la justicia social. Acumula si quieres, no te servirá de nada, al final a todos nos iguala la muerte. Yo trabajo y me gusta vivir, darme mis caprichos y viajes, y comer con mis amigos, pero no necesito mucho más. Por eso, el titular de aquella entrevista decía que estoy feliz de pagar impuestos. Y los que se quejan tanto también se benefician de los impuestos, que son de todos.
Volviendo a Machos alfa y a tu personaje…
Es un auténtico becerro, pero le haces así y se quiebra. Porque tienen mucha debilidad, esa es mi visión, y hay muchos becerros a mi alrededor a los que adoro. Y como sé que se quiebran y que les avergüenza quebrarse, juego con eso. Porque lo interesante es enseñar que todos tenemos nuestra pelea interna, nuestras grietas.
En tu interpretación, ¿te vengas de los becerros que hayas podido cruzarte?
¡Noooo! Fíjate que soy de mecha corta, pero la venganza y el odio sólo joden a uno mismo. El destinatario jamás se entera o le da igual. No, yo soy así gracias también a estos becerros. Quiero decir… mi padre es ese tipo de masculinidad frágil incapaz de tener una mirada hacia adentro. Pues, seguramente, yo a esta familia he venido a remover conciencias y a decirle: “Chaval, igual que lo hago yo, te va a tocar mirar hacia adentro”. Aunque se niegue, hay veces que le pongo un espejo. Es lo que hay. Lo hago con mi padre, con mis amigos y mis sobrinos, que están creciendo y quiero que tengan una masculinidad más consciente y real, que no sea frágil.
Hay una frase en El astronauta que me hizo mucha gracia y no sé si se aplica a la sinceridad con la que hablas: “Estoy en una edad en la que, si no digo las cosas, me salen subtítulos”.
Sí, yo digo las cosas directamente, de la mejor manera que puedo, de forma más o menos acertada. A veces te salen los subtítulos porque tienes que morderte la lengua por muchas razones, pero intento no hacerlo. Igual que el odio te jode a ti mismo, morderse la lengua también.
Cumples 50 años en unos meses. ¿Da susto?
No, me da más susto no cumplirlos [risas]. Es verdad que empiezan a venirme ideas de cómo envejecer bien, rodeado de mis afectos. Porque ya le hemos dado la vuelta al jamón y nos toca la parte menos jugosa. Eso es así, y bendita vida, que me ha permitido despedirme bien de mi madre, que se fue de este mundo con todos los asuntos resueltos conmigo. Años de terapia y de hablar. Bendita vida que me permite llegar a estas alturas con la sensación de haber aprovechado el tiempo. Eso no tiene que ver ni con ganar dinero, ni con follar mucho, ni con tener un coche más grande. Y sí con encontrar paz y equilibrio, y eso se hace a través de no callarte y darte tu sitio. Y dárselo a los demás.