Barcelona, 1975, ciudad de ebullición de la disidencia contra la dictadura franquista. Los hermanos Fernando (Iván Massagué) y Alberto (Pol López), activistas rebeldes por naturaleza y chefs de oficio, se ven obligados a esconderse en Cadaqués, un idílico pueblo costero y hogar del legendario artista Salvador Dalí.
Este es el punto de partida de Esperando a Dalí, que se estrena este viernes en cines. La ucronía que imaginó David Pujol para dar espacio al encuentro nunca ocurrido de tres genios: el alter ego de los hermanos Ferrán y Albert Adriá con el pintor.
La casa del emblemático chef y Salvador Dalí está separada por no más de 10 Kilómetros de distancia, sin embargo, nunca coincidieron en el tiempo. Cuando el cineasta David Pujol dirigió en 2009 El Bulli, historia de un sueño, una serie documental sobre el nacimiento del restaurante en 1963 y el viaje del cocinero hasta ponerse a los mandos en 1984, no sabía que este trabajo sería la semilla de su primera ficción.
En 2018 Pujol vuelve a dirigir en clave documental, Salvador Dalí, en busca de la Inmortalidad, un exhaustivo relato sobre el pintor y su musa, Gala. Fue adentrándose en las entrañas del artista y teniendo presente su gusto por la cocina su carácter gourmet, cuando apareció la idea de qué habría pasado si el maestro hubiera tenido la oportunidad de visitar el Bulli.
De ese pensamiento nace este cuento estival que traslada a los cocineros a los años 70 para hacerlos contemporáneos a Salvador Dalí y situarlos juntos en Cadaqués, hogar del artista y década en la que gozaba de una popularidad imparable.
Aún a día de hoy su espíritu sigue presente en el pueblo, que se convierte en esta película en escenario una fábula de realismo mágico donde conviven la imaginación surrealista de Dalí y un caótico restaurante junto a la playa, El Surreal, donde la hermosa Lola (Clara Ponsot) rescata a los hermanos encontrándoles trabajo. El dueño del negocio, Jules (José García), inspirado en el socio de Adría, Juli Soler, espera eternamente y trabaja sin descanso para crear una obra maestra culinaria que atraiga al artista a cenar a su restaurante.
Aunque rodada en la actualidad y situada solo un año antes de la muerte de Franco, la narrativa de Esperando a Dalí nos lleva inevitablemente a esas películas de los 90 magistralmente representadas por las comedias de directores italianos como Roberto Benigni (Johnny Palillo) o Massimo Troisi (El Amor no es lo que Parece).
Pol López interpreta a Alberto: "Allí aún conviven con el espíritu surrealista de Dalí"
El actor Pol López, que interpreta a Alberto, hermano de Fernando la describe como “una peli muy accesible a todo el mundo, es en esencia un cuento y no busca más que eso, que la gente salga a gusto y es un retrato muy amable de una época y una familia que se crea de la nada en Cadaqués. No tiene más pretensión que esto. No estará de moda, pero todo el mundo vuelve a ello”.
Cuando David Pujol citó a Pol López para ofrecerle el papel el personaje ya estaba pensado para él: “David Pujol me cita y me cuenta que había pensado en mí para el proyecto, hablamos de diferentes referentes, incluso del Wenstern”, nos cuenta el actor, que encuentra en el guion de este relato veraniego diferentes sensibilidades: “El espíritu me recuerda a Rufufú (Mario Monicelli, 1058) y a esos cómicos italianos de los 60 que escriben conversaciones vivaces”, asegura.
Sobre el personaje de Alberto recae una sub trama ‘chico conoce a chica’ clásica de las mejores comedias románticas, sin embargo, el actor construye toda la historia casi sin texto: “esto se ha ido puliendo y me parecía más interesante ir retirando texto de manera natural”. El fiel acompañante de Fernando se compone de líneas sencillas, pero se va transformando, más bien es transformado, a medida que se acerca a Lesya (Warwara Borodina): “Habla de una época y unos cambios sociales, y el cambio que sufre el personaje también representa esto. Al principio el personaje pone solo el cuerpo y es muy físico, con esta mujer entiende el amor, se transforma y deja de ser la persona que era”.
Algunos personajes se escriben desde la caricaturización, asegura: “me gusta mucho ver personajes de viñeta, que no son hipercomplejos, tienen otra finalidad. Sirven para hacer un canto a la belleza y la libertad”.
De la misma forma que Alberto abraza la ternura a medida que avanza la película, España está cambiando en 1974, y también Cadaqués, que recibe turistas de todo el mundo para ver a Dalí grabar su performance saliendo de un huevo y observa con curiosidad los primeros topless en sus playas.
El artista sigue muy presente en las calles blancas de esta población costera, así que sus habitantes no tardaron en mimetizarse cuando recibieron el rodaje de Esperando a Dalí: “La gente del pueblo conoce la historia, nos contaron cosas, estaban en sintonía con el proyecto”, explica Pol López, que además destaca que el pintor sigue vivo en Cadaqués: “Allí aún convive este espíritu surrealista con la clase alta de Cataluña, eso sigue ocurriendo y está muy presente”.
Esto mismo ocurre con la obra del chef, el trabajo del cocinero forma parte del legado de la zona, por eso al actor barcelonés no le costó acercarse a su personaje. Aunque Massagué no está encarnando a Ferrán y Pol López no interpreta a Albert, no es un secreto que ambos son el alter ego de los hermanos y hacen el mismo viaje de concepción y nacimiento de El Bulli: “Yo ya había visto uno de los docus (de Pujol), ya conocía su historia, en Cataluña todo el mundo conoce la obra de Adría”, señala.
Tanto es así que cabe destacar que Ferrán Adriá ha sido el asesor culinario de esta película.
Con esta cinta David Pujol firma su primera ficción, aunque el relato nace de personajes y escenarios reales, a partir de ahí todo es imaginar. De esta primera experiencia, de los días de rodaje y preproducción, el director hace especial hincapié en el trabajo en equipo y la creación colectiva. Además, Pol López recuerda que han tenido la oportunidad de acercarse al oficio y al trabajo en la cocina de un artista gastronómico de la talla de los hermanos: “Estuvimos con el jefe de concina de El Bulli, alguien de mucha confianza de ellos. Hicimos un par de clases magistrales con él, aprendimos de las tendencias de cocina de esa época, incluso de gestualidad y como manipular los productos”.
Habla de Eduard Bosch, que en junio de 1988 tiene su primer contacto con el prestigioso restaurante, trabajando allí durante un verano. En 1991 se incorpora definitivamente a la plantilla y en el 97, solo seis años después, accede al cargo de jefe de cocina.
El actor cuenta que la preparación de su personaje como cocinero tiene ciertos matices: “Alberto tiene que ejecutar muy bien en concina, pero no le gusta, no tiene este interés ni debilidad por la profesión”, al contrario que su hermano, con una pasión arrebatadora que le lleva a caminos de creación de sus recetas propias del mejor artista.
Salvador Dalí es un protagonista ausente en este relato, aunque no lo parece. No revelaremos si el pintor acaba sentándose a la mesa del Surreal, pero a pesar de la larga espera el personaje está presente en todo momento, tanto, que el espectador puede llegar a dudar de si ha llegado a verlo: “Esto está muy conseguido, el espíritu de libertad y transformación y estar en contacto con la naturaleza y los frutos que da, está latiendo en la peli y ese es el espíritu de Dalí. La transformación, el juego, la poesía como algo que está en todas partes. Dalí está presente en todo eso aunque no le veamos en ningún momento”, cuenta Pol López.
También lo está en las conversaciones, en la decoración del restaurante, en la misma puerta de su casa y en otros personajes que son como una ventana al inaccesible genio.
Esperando a Dalí es un constante paralelismo entre la obra y el proceso creativo de los artistas culinarios y el pintor. Vicky Peña da vida al artista a través de una Gala que encarna de manera excepcional y que nos permite casi estar frente a su eterno compañero. La película nos transporta a su mundo a través de personajes que estuvieron presentes en su universo, como Arturo Caminada, su fiel chófer y amigo, interpretado por Ángel Egido.
Una historia de amor escapista cargada de simbolismos que nos permiten ver a un Dalí omnipresente. Una defensa a ultranza de la locura.
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