Antes de darse a conocer en todo el mundo con El juego del calamar, el director de la serie sorprendió al público de corea con una película basada en una trágica historia real, también disponible en Netflix para nosotros.
Dirigida por Hwang Dong-hyuk y protagonizada por Gong Yoo, la película en cuestión se titula Silenced, y está basada en la novela El crisol, de Gong Ji-young, inspirada a su vez en hechos reales ocurridos en 2005 en la ciudad de Gwangju. En concreto, la película se centra en la dramática historia de un profesor de arte que se traslada a trabajar a una escuela para niños sordos. Allí, pronto ve signos de gran sufrimiento y miedo en sus alumnos, descubriendo más tarde que son víctimas de terribles abusos perpetrados por algunos miembros del personal. Estrenada en 2011, en Corea fue considerada tan impactante que llevó al gobierno surcoreano a introducir nuevas leyes para proteger a las víctimas de delitos sexuales contra niños y discapacitados, en particular aboliendo el plazo de prescripción de estos delitos.
La película explora no sólo los abusos sufridos por los jóvenes estudiantes, sino también los acontecimientos judiciales que permitieron a los autores evitar un castigo severo: de los seis autores, sólo cuatro cumplieron condenas cortas, e increíblemente, algunos de ellos fueron reintegrados en la escuela. Como decíamos, Silenciados tuvo un impacto tan devastador en el público y la sociedad que impulsó una nueva investigación del caso y llevó a la aprobación de la llamada ley Dogani, que elimina la prescripción de los delitos sexuales contra menores de 13 años y mujeres con discapacidad, al tiempo que aumenta la pena máxima a cadena perpetua.
Silenced afectó profundamente a los espectadores, algunos de los cuales dijeron que no podían terminarla debido al fuerte impacto emocional. Otros, sin embargo, consideraron que era una película necesaria para comprender mejor las atrocidades sufridas por los protagonistas. Sin duda, la obra de Hwang Dong-hyuk ha dejado una profunda huella en el cine y la sociedad surcoreanos, hasta el punto de generar una fuerte movilización pública, que ha llevado a un verdadero cambio en las leyes del país.
La crudeza de la historia contada por el director de El juego del calamar no se limita a la descripción de los traumas sufridos por los chicos, sino que se extiende al clima de corrupción que permitió que estos crímenes continuaran durante años. Una vez que salió a la luz, el asunto fue tratado por las autoridades de Corea de forma insatisfactoria, con castigos irrisorios y una sensación de impunidad que generó una profunda indignación en la sociedad civil.
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