Borja Cobeaga dirige en Los aitas a unos geniales padres ochenteros aprendiendo, precisamente, a ser padres.
Con ese ya mítico cartel poco más necesitamos para entender qué nos espera: esos colores, esa ropa, esa permanente y un claim: “Padre ochentero, implicación cero”. Los aitas llegó como un encargo a Borja Cobeaga (Su majestad), pero lo hizo en seguida suyo por el interés que tenía en reflexionar por fin en pantalla sobre la paternidad. La paternidad que vivió como hijo en los años 80 y la paternidad que vive ahora como padre.
Mucho han cambiado las cosas. Desde el presente, mira al pasado y nos presenta a cuatro padres, torpes emocionales, muy distintos entre sí, pero con algo en común: ejercían lo justo en casa por distintas razones, pero, en general, porque no es lo que les tocaba, para eso están las madres o las abuelas. ¿Y si ellas fallan? Desde esa premisa arranca esta tierna y muy divertida road movie.

@David Herranz
Emocionadas por el viaje a Berlín acompañando a sus hijas a una competición de gimnasia, las madres se pillan tal cogorza la noche anterior que son incapaces de salir de la cama. Aunque se resisten, los padres tienen que ir y, en principio, porque como señores siempre tienen que salvar ellos la situación. Sin embargo, metidos durante varios días en ese autobús con sus hijas, la entrenadora y el conductor, cura y antiguo profesor de ellos, esos hombres duros acabarán entrando en razón y se darán lo cuenta de lo que se estaban perdiendo hasta ahora.
Película familiar, para todos los públicos, es una prueba más del cariño y empatía con la que siempre Cobeaga escribe a sus personajes. Él mismo siempre cuenta que hay directores que le gustan y directores a los que les gustaría parecerse. Entre los primeros está David Lynch y entre los segundos Alexander Payne. Y a lo largo de su carrera, ha ido perfeccionando su parecido con el segundo y con otros referentes de esa comedia, a veces de carcajada, a veces de sonrisa (e incluso, aquí, alguna lagrimita), pero siempre muy humana y cercana.

@David Herranz
Ahí está exactamente Los aitas, con cuatro actores haciendo de padres geniales. Juan Diego Botto de señorito hablando francés y con permanente, Quim Gutiérrez de tipo duro, Iñaki Ardanaz obsesionado con el VHS como futuro, y Mikel Losada como el más perdido de todos. Un cuarteto perfecto a quienes les ponen firmes sus hijas, pero sobre todo la germánica entrenadora que interpreta Laura Weissmahr, con sus propios daddy issues, y ese fumador cura y conductor de primera que siempre es Ramón Barea.
Entre la aventura y al descubrimiento por el que va siempre una road movie, Los aitas va sabiendo jugar muy bien entre los momentos más emotivos y los más entretenidos, dejando también espacio para meter algo de discurso social y de clase porque incluso en ese pequeño espacio autobusero hay diferencias marcadas entre unos y otros y esas diferencias también señalan la capacidad emocional de cada uno porque a querer y cómo querer también hay que aprender a veces.
Al final del camino, además, les espera la caída del muro de Berlín, una catarsis histórica que les sirve de lección final. Y como el destino a veces marcado al principio no es siempre lo importante, estos padres ochenteros acaban encontrando un nuevo camino a seguir.