Hablamos con Sean Baker y la actriz Mikey Madison sobre ‘Anora’: «Intenté aprender de las trabajadoras sexuales tanto como pude»

Mikey Madison

Sean Baker (The Florida Project) firma en Anora, última Palma de Oro de Cannes, un cuento romántico entre una trabajadora sexual y su príncipe encantador, el hijo de un oligarca ruso. Un juego de géneros que no se aleja nunca de la realidad social.

Por Irene Crespo

Sean Baker es un observador empedernido. Observa, apunta, vuelve a mirar, lo anota. Va guardando ideas de todo lo que ve: lugares, personas, actores. De pronto, una idea en su cabeza toma forma y saca sus notas para encontrar un sentido a esas realidades que vio y construir su siguiente filme. Eso le pasó de nuevo con Anora. Llevaba años queriendo trabajar con su amigo, el actor Karren Karagulian. “Es armenio-americano, su mujer es rusa-americana, a través de él conocía la comunidad rusa de Brighton Beach, en Nueva York, conocía el barrio y me rondaba siempre el deseo de hacer una película en él o alrededor de él, pero hacerlo de otra manera a la habitual”, recordaba Baker en su última visita al Festival de San Sebastián.

No quería hacer una película sobre la mafia rusa, que ya tanto hemos visto, pero sí “sobre dinámicas de poder y jerarquías”, explica. Ahí entroncó con otra comunidad que le interesa mucho desde Starlet (2012), las trabajadoras sexuales. “Pensamos: ¿y si una trabajadora sexual se casa con el hijo de un oligarca ruso?”, recuerda. Dieron en el clavo. “Según contábamos la idea, todo el mundo se reía, era un concepto de alta comedia y sabíamos que teníamos nuestra historia”.

Historia encontrada, ¿siguiente paso? Hallar la actriz protagonista, su Anora, o Ani, una bailarina de strip- tease en un club de Brighton Beach, americana de abuela rusa que conoce al hijo fiestero de un oligarca ruso. Él se encapricha de ella y le ofrece pasar juntos unos días, se van a Las Vegas, se casan en plena borrachera, pero antes de que llegue la resaca aparecen los padres de él exigiendo que rompan el matrimonio. ¿Quién podía ser esta Anora? Sin ella no había película.

De hecho, la buscó antes incluso de tener un guion escrito. Por suerte, Baker y su mujer, y productora, Samantha Quan, se fueron a ver Scream (2022) en el fin de semana del estreno y ahí la vieron y recordaron lo mucho que les había gustado ya Mikey Madison en Érase una vez… en Hollywood (2019). “Nada más salir, llamamos a sus agentes que, por cierto, eran los mismos que los de Brooklynn Prince (de The Florida Project), ya teníamos una conexión, quedamos con ella y conectamos más aún, compartíamos sentido del humor, nos entendimos”, relata el director.

En ese momento, comenzaron un proceso de casi un año de escribir el guion alrededor de Madison, para ella. La actriz, mientras, empezó su preparación: aprender ruso, baile de barra, coreografía, conocer a trabajadoras sexuales… “Esa fue de las partes más importante para mí, intenté aprender de ellas tanto como pude, quería retratar a alguien que pudiera vivir circunstancias similares… Estoy segura de que, si no las hubiera conocido, la película habría sido muy diferente”, reflexiona.

TRISTE SUEÑO AMERICANO

Anora es una comedia romántica. Es un cuento de hadas. Es una moderna Pretty Woman. Todo eso se ha dicho de ella. Y, para variar. Baker no se siente incómodo con esas descripciones, porque todo eso estaba en su concepción inicial del filme. “Nuestra intención era mostrar estereotipos para después romperlos en seguida, mantener al espectador atento”, explica. “Mi intención era que todos los personajes, hasta el hijo del oligarca, Iván o Vanya, sea alguien con el que alguien se pueda identificar, no somos hijos de ricos, pero sí hemos sido jóvenes, locos, inconscientes, inmaduros. Eso es lo que hace humanas a todas mis historias”.

Y porque, por mucho que juegue con los géneros, más que nunca en este caso (“Había momentos que estábamos rodando un drama, otros era una comedia de slapstick, otros era una romántica”, se ríe Madison), el compromiso social de Baker siempre va por delante. Bajo esa apariencia de cuento de hadas, el director vuelve a arremeter contra la idea actual del sueño americano: “Es muy triste lo que nos define ahora mismo como sociedad en EE UU, la clase media está cada vez más dividida y nuestro sueño americano consiste en tener más y más dinero o bienes materiales”.

Por un momento, Ani toca ese sueño con los dedos, su final feliz de cuento de hadas, pero la realidad siempre se adelanta… porque ahí está Baker, como siempre, observando, anotando, construyendo y rompiendo ideas preconcebidas, tomando sólo un poco de distancia para divertir sin dejar de hacernos pensar. Ese es su cine. El cine que defiende. “Y si algo me da la Palma de Oro, creo y espero –admite–, es poder seguir haciendo este cine, sin tener que sucumbir a Hollywood”.

Fotos: Dominique Charriau-Getty Images

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