James Watkins, director de ‘No hables con extraños’: «Me interesa entrar en tu cerebro»

No hables con extraños

James McAvoy y Mackenzie Davis protagonizan el remake de ‘Speak No Evil (Gæsterne)’ (2022), la película danesa de terror psicológico sobre desconocidos compartiendo unos días.

Por Roberto Croci

Al director británico James Watkins se le conoce por el thriller Eden Lake (2008) y la película de horror gótico La mujer de negro (2012). Tras el filme de acción Asalto en París, con el que se alejó del género que mejor le va, en los últimos años se ha volcado en las series (Black Mirror, McMafia, Harry Palmer: el expediente Ipcress). Hasta que Blumhouse lo contrató como director y guionista de un thriller (o terror psicológico, según se mire) remake de la película danesa Speak No Evil (Gæsterne), de culto para los fans del género.

Dirigida por Christian Tafdrup, Gæsterne trataba sobre una familia danesa aparentemente feliz que, durante unas vacaciones en la Toscana, conoce y entabla amistad con una pareja neerlandesa y su niño no especialmente hablador. Invitados al cabo de un tiempo a pasar unos días en la casa de campo de la pareja en los Países Bajos, los daneses se enfrentan a una auténtica pesadilla.

En esta versión anglosajona, Scott McNary y Mackenzie Davis forman la pareja que se aventura a la casa de James McAvoy y Aisling Franciosi en la campiña inglesa después de conocerse en unas vacaciones italianas. Hablamos con James Watkins sobre la película.

¿Por qué hacer un remake de Gæsterne?
Me enviaron una copia del original y me preguntaron si me interesaba. Después de verla varias veces, dije que aceptaba, a condición de poder ambientarla en Inglaterra y explorar algunos temas de mi interés, y de llevarla en una dirección ligeramente diferente a la original.

¿Y el casting? ¿Cómo y cuándo te decidiste por James McAvoy?
Escribí el guion sin pensar en nadie más que en James. Fue la primera y única persona a quien se lo envié. Dijo sí, al momento. Nos reunimos y charlamos un buen rato sobre los temas de la película y el magnetismo del personaje. Estuvimos inmediatamente de acuerdo en que, para infundir miedo, tenía que ser a la vez irónico, fascinante e inquietante. James es genial, comprendió enseguida los entresijos de su personaje, su microgestualidad, el hecho de que tenía que ser histriónico sin perder de vista cómo era su personaje y su personalidad. Para los actores, eso no es nada fácil. Creo que sin él no habría podido hacer la película que tenía en mente.

¿De dónde te viene tu pasión por el mundo del cine?
Por la noche en la BBC Two daban una serie llamada Moviedrome. Juntaba películas francesas, italianas, inglesas, clásicas en blanco y negro, que presentaban otros directores, entre ellos, Alex Cox, de Sid y Nancy. Fue como una formación que duró tiempo, y era constante, intensa y agradable. Me permitió ver un montón de películas raras y maravillosas y ampliar mis conocimientos cinematográficos.

¿Y cuándo pasó de pasión a trabajo?
Después de la universidad. Llegué a Londres y empecé como runner en algunas producciones. También leí muchos guiones, hasta que en mi tiempo libre empecé a escribir los míos. Hasta llegué a quedar segundo en un concurso de la productora Working Title (que produjo algunos de los guiones de Richard Curtis, como Cuatro bodas y un funeral, Notting Hill y Love Actually). Me contrataron como escritor a la tierna edad de 20 años. Aunque muchos de los guiones que escribí no se produjeron, me pagaron por aprender. Finalmente, escribí y luego dirigí Eden Lake, a la que alguien calificó como “la mejor película de terror británica de los últimos años, y con la que gané varios premios en diversos festivales.

¿Qué te atrae del terror?
Siempre me han gustado las películas de terror. Todas, desde las de Ridley Scott, mi director favorito cuando era adolescente, hasta las de Hollywood, pasando por las de tradición británica, incluidas algunas obras maestras como Perros de paja, de Peckinpah, y El hombre de mimbre, de Hardy. De niño, también vi la versión original neerlandesa de The Vanishing (Desaparecida, 1988), de Sluizer. Me dejó mudo, perplejo. Quizá sea la mejor película de terror de la historia.

¿Un director que te guste especialmente?
Sin duda, Alfred Hitchcock, mi director favorito de todos los tiempos. Es magistral cómo dirige la atención del público. Ya sea Psicosis, La ventana indiscreta o Vértigo, indiscutiblemente películas de terror, existe en todo momento esa sensación de control y diálogo con el espectador que me encanta.

¿Y cuál es tu relación con el público?
Siempre me ha parecido muy fascinante la experiencia del público, sobre todo, cuando se trata de hacer aflorar ciertas emociones y trabajar los estados de ansiedad y atención. Lo que me interesa del cine es poder crear situaciones especiales en las que controlas la reacción del público y su nivel de tensión.

¿Qué ingredientes no pueden faltarle a una buena película de terror?
En primer lugar, el espectador debe interesarse por la historia y los personajes. En particular, el protagonista sustituye al espectador. Esto significa que el público debe poder ponerse en su piel, mirar a través de sus ojos y preguntarse: “¿Qué haría yo en su lugar?”. Cuanto más se pueda aprovechar este componente de una experiencia subjetiva, más aterradora será la película. En última instancia, el poder del cine reside en su capacidad de parecer algo real. Si cuenta algo con lo que los espectadores puedan identificarse, lo sienten y lo hacen suyo. De lo contrario, caes en algo falso. Y esto vale para el cine, el guion y la interpretación.

¿Alguna sugerencia para los jóvenes cineastas?
Que se hagan una pregunta: “¿De qué trata mi película?”. Una película debe tener un contexto y un compromiso con el mundo en el que vivimos. Para hacer una buena película, tienes que dominar los mecanismos de la narración. A mí, por ejemplo, me interesa entrar en tu cerebro y pegarte un puñetazo en el estómago.

 

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