La actriz catalana lleva dos décadas delante de las cámaras. En un momento dorado, hablamos con ella de su protagonista. Acabamos de verla en la serie Yo,adicto, de Javier Giner, y en la película Miocardio, de José Manuel Carrasco; y en el reciente Festival de Málaga presentó Desayuna conmigo, de Iván Morales, que veremos en junio, y la que estrena ahora, También esto pasará, adaptación de la novela homónima de Milena Busquets que llega a los cines este 9 de mayo, en la que Marina Salas (Cornellà de Llobregat, 1988) es la protagonista absoluta. Su personaje, Blanca, es de esos que la intérprete lleva buscando desde que empezó en este mundillo.
También esto pasará es el viaje que hace Blanca por entender y gestionar el dolor de perder a una madre. Pero, ¿qué es lo que más te atrajo de ella?
Hubo varias cosas que me interesaron de Blanca. Una de ellas era poder contar el duelo desde su perspectiva, que está totalmente fuera de lo común, es muy poco convencional y está también muy poco contada. Ella huye de ese dolor a través del sexo y los placeres, y es a través de ese viaje que se encuentra a sí misma y entiende quién es. Me gustaba mucho poder contar cómo, muchas veces, a través de la pérdida nos encontramos a nosotras mismas. También el humor que tiene. Es un personaje que se acepta absolutamente, en sus debilidades y en sus imperfecciones. Es una mujer que es la antiheroína de alguna forma: no es buena madre, no es buena amante, no es buena esposa y no ha sido buena hija, pero no se esconde de eso, lo pone encima de la mesa y lo abraza. Me gustaba poder retratar a una mujer así.
Esa gestión del dolor va desde la depresión profunda hasta la mayor superficialidad. Como actriz, ¿cómo se trabaja ese equilibrio?
Hay algo que tiene que ver con que al final son opuestos complementarios. He descubierto que en la superficialidad más frívola se esconde una gran profundidad también, y que la depresión y la apatía tienen mucho que ver. Son las dos caras de una misma moneda, manifestaciones de lo mismo. Era muy rico en ese sentido, porque parece una contradicción, pero al final hablan de lo mismo y es muy bonito como actriz poder expresarlo.
A la hora de encarar el proyecto, ¿se nota mucho el hecho de que seáis una autora, una directora y una actriz las que habéis dado vida a esta historia?
Sí, yo sí que noté la impronta femenina. Mucho. Creo que tanto Milena Busquets como María Ripoll han aportado cosas muy interesantes y muy certeras para la historia y para el personaje. María había leído la novela hacía 10 años, cuando se publicó, y quería hacer la película en su momento, pero no pudo. También ha atravesado el duelo de una madre y sabe mucho sobre esas contradicciones.
Nosotras intentamos plasmar en el personaje de Blanca todo su universo y toda esa contradicción. Así que sí, sin duda eso lo he notado. Lo he agradecido muchísimo, la verdad, porque creo que para esta historia y para este personaje ha sido muy importante rodearnos de mujeres.
¿Se necesitan más personajes como Blanca, con todas sus imperfecciones, en el cine?
¡Sí, claro! ¡Sin duda! Blanca es un personaje que se acepta con todas sus debilidades y que abraza todas esas imperfecciones. Ella hace todo ese viaje y yo estoy deseando y rezando siempre para poder estar disponible para que me lleguen estas cosas, porque me parece muy importante que se cuenten estos personajes y estas historias. Pero, claro, tienen que existir voces que las cuenten… Y eso empieza desde antes, desde el guion y desde la producción.
¿Sientes que, en general, cuesta encontrar esa verdad en los proyectos?
Siento que en los últimos años sí se está apostando por una verdad y por una honestidad en las voces de los relatos que están apareciendo. Y sí, siento que hay una necesidad de honestidad y de verdad.
También por el público, porque eso se le está dando más y ya no hay marcha atrás. Creo que se está detectando la falsedad y la impostura en el audiovisual y que existen cada vez más voces que quieren contar sus historias, que son más íntimas y personales.
Cuando empezabas, ¿tenías la misma visión sobre el cine?
Mi visión del oficio se ha ido ampliando mucho y ha ido modificando a la actriz y a la mujer que soy. Sobre todo, he aprendido a vincularme con el oficio de una forma mucho más estrecha. Al principio tenía una necesidad imperiosa de ser actriz y trabajar, pero no tenía ese universo tan amplio. Hacer un plano general y ver el paisaje más grande te hace disfrutar mucho más y encontrarte a ti misma.
¿Es más fácil encontrar esa satisfacción en el teatro que en el cine?
Para mí, el teatro es y va a seguir siendo siempre un lugar donde investigar, crecer y expandirme como actriz y, en los primeros años, sí que sentí que era mi refugio. Ese lazo está ahí y es irrompible en ese sentido. También era una forma de legitimizarme.