Máximo contra Jesús: la primera idea para la secuela de ‘Gladiador’ fue una locura

Máximo

En noviembre llegará por fin a los cines Gladiator 2, la secuela de la película épica de Ridley Scott del año 2000 en la que Russell Crowe interpretó al general Maximo Decimus Meridius. Y esta vez, como revela el tráiler, el protagonista será Lucio (Paul Mescal), hijo de Lucilla y nieto de Cómodo.

Se trata de una película con un periodo de gestación muy largo: dado el éxito del primer episodio, que recaudó más de 400 millones de dólares en la taquilla mundial, los planes para una secuela ya habían comenzado en 2001, y a lo largo de los años se han alternado varios guiones que nunca han conseguido ver la luz. Ni que decir tiene que algunos de ellos eran sencillamente ¡absurdos!

La tarea de escribir una secuela planteaba no pocos problemas, ya que, como recordarán los espectadores, el personaje de Crowe muere en el final, con una escena de ultratumba en la que se reúne con su mujer y su hijo. Pero el destino del protagonista nunca fue un problema para Scott y compañía, que durante mucho tiempo consideraron la posibilidad de resucitarlo, insertando así algunos elementos sobrenaturales en el drama histórico.

En la idea original para Gladiador 2 escrita por Scott en 2006, Máximo se habría encontrado a orillas del Estigia, esperando pasar definitivamente al más allá gracias al barquero Caronte. Sin embargo, su viaje espiritual le llevaría a reencarnarse en un guerrero herido de muerte, que se transformaría en un portal para devolverle a la vida. La historia, sin embargo, no convenció a los productores y ejecutivos del estudio y fue archivada.

Pero la versión más extravagante es sin duda la propuesta en 2009 por Nick Cave, que fue contratado por Russell Crowe para hacer otro intento. En esta versión, el redivivo Maximus se encontraría cazando y matando nada menos que a… Jesucristo.

La historia comenzaría de nuevo en el purgatorio, pero esta vez serían los dioses romanos quienes salvarían a Maximus, ordenándole que retrocediera en el tiempo y matara a Jesús (o a una figura religiosa parecida a Jesús) y a sus seguidores, para no perder su primacía en favor del cristianismo. Convertido en una especie de siervo de los dioses, el protagonista sería condenado a luchar en todas las grandes guerras de la humanidad, incluidas las Cruzadas, las dos Guerras Mundiales y la Guerra de Vietnam. La película terminaría con el General Máximo del Pentágono y el mensaje de que, al elegir la guerra armada en lugar de la paz, él y los dioses condenarían a la humanidad a un ciclo eterno de muerte y violencia.

Sin duda, una moraleja conmovedora, pero la reacción de Russell Crowe en aquel momento fue clara y concisa: «No me gusta, tío». Y quizá, admitámoslo, tenía razón.

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