Es un mediometraje, hecho por casualidad, sin ninguna ambición comercial, sin una primera intención de compartirlo con el mundo, de animación rudimentaria, pero es también una de las películas más bonitas de la Berlinale 2025: Maya, donne moi un titre, (Maya, give me a title) es su título y también lo que Michel Gondry estuvo diciéndole a su hija desde que tenía ella tres años (hoy tiene 10): "Maya, dame un título".
Padre e hija vivían separados, incluso por un océano (Michel Gondry vive entre Los Ángeles y París), y él para “entretener” a su hija y mantener un contacto con ella “diferente” le propuso ese juego: ella le daba una palabra, una frase… y a partir de ahí, el director de ¡Olvídate de mí! creaba una pequeña historia animada, cargado sólo de papeles de colores y tijeras dejaba volar su imaginación como lo haría la de una niña.
No saben cuántas historias tienen de Maya, donne moi un titre, entre 50 y más de 100, creen, jamás las pensó ni creó para que vieran la luz, para que las viera nadie más que su hija, la madre de esta y algún otro familiar cercano, como los abuelos que también aparecen en el filme, pero repasando todos esos cuentos surrealistas y fantasiosos vieron la posibilidad de montarlos y compartirlos con el público.
El resultado es algo más de una hora de 10 historias cortas en las que Maya es siempre la protagonista. Una niña a la que su padre retrata como valiente, aventurera, curiosa. Son relatos llenos de imaginación y surrealismo creados por un hombre que se ha esforzado claramente en no perder la libertad creativa que todos tuvimos una vez como niños. O quizá es que el deseo de comunicarse con su hija exageró aún más esa imaginación. Y están narrados por Gondry con voz del actor Pierre Niney, de quien el director es padrino.
La intimidad que compartía con su hija, como esos cuentos que leemos antes de dormirles, ahora quieren ambos compartirla con el mundo. Es un precioso acto de amor. Nada cursi. Divertido. Y pueden ser ahora unos cuentos para que otros padres y madres los compartan con sus hijos. También es casi una invitación que los hagamos nosotros mismos. En los cortos se ve la progresión que logró el propio Gondry en la animación, cómo va mejorando su técnica, sus dibujos.
Para él la animación es la forma más libre de crear y ver, no tiene límites, y Gondry no se pone ninguno en esta película. La pequeña Maya parece ponerle alguno a veces, pero sólo y siempre en pos de la propia historia de llegar aún más lejos en la exploración de la libertad creativa.
Alguno de los cortos incluidos en esta primera película (porque en Berlín confirmó que ya tiene una segunda parte) son brillantes como Maya dans la mer avec un bouteille de kétchup (Maya en el mar con un bote de kétchup), en el que después de decolorar los océanos de rojo por exceso de la famosa salsa a Maya se le ocurre salvar el desastre ecológico llenándolo de patatas fritas que piden a la mayor cadena de patatas fritas belgas, Pampa La Fritta.
Una genialidad tras otra que, además, conociendo su origen, sabiendo que fueron creadas por y para comunicarse con su hija, para llenarle su mundo de fantasía y de ganas de contar historias es más brillante aún. Maya, hoy, con 10 años, hace sus propias animaciones y escribe sus propias historias y sigue recibiendo nuevos capítulos de su padre.
Esta película llega, por cierto, después de que su esperado proyecto con Pharrell Williams fuera cancelado y archivado sin demasiadas explicaciones, el propio Gondry se negó a hablar del tema durante las entrevistas en Berlín.
También te puede interesar:
© REPRODUCCIÓN RESERVADA