Mike Leigh, uno de los nombres clave del cine británico, se reúne por cuarta vez con la actriz Marianne Jean-Baptiste en Mi única familia, un drama sobre la depresión y la ira social, reflejo del desánimo, que pasó por el Festival de San Sebastián y que ya les ha valido premios a ambos.
“Ha sido un placer volver a trabajar juntos. El hecho de conocernos nos permite ir a territorios un poco más extremos y a poder asumir más riesgos. Además, compartimos muchísimas cosas. Tenemos el mismo sentido del humor, incluso tenemos ambos un parecido sentido de lo grotesco y también compartimos el mismo sentido de la realidad. Y por eso, precisamente, es importante también que en esta película exploremos eso, este mundo real”. Son palabras de la actriz Marianne Jean-Baptiste, que se reúne con Mike Leigh en su cuarto trabajo juntos tras Secretos y mentiras (1996), Dos chicas de hoy (1997), en la que ella compuso la banda sonora, y la obra de teatro It’s a Great Big Shame (1993).
Mi única familia es, además, la vuelta al cine del maestro británico después de seis años de silencio, desde que estrenara La tragedia de Peterloo, donde volvió a uno de los enfrentamientos políticos más sangrientos en la historia de su país. Ahora se centra en una mujer que arrastra un profundo dolor y una desgarradora carencia afectiva. Un relato por el que ha ganado el premio al mejor guion de la Asociación de Críticos Norteamericanos.
Ella es Pansy, una mujer en conflicto. No aguanta a su marido, le irrita la desilusión y la indiferencia en la que vive su hijo, discute con cualquiera que se cruce en su camino y sólo encuentra cierto sosiego al lado de su hermana (interpretada por Michele Austin, que también trabajó en Secretos y mentiras). Descarga todo su dolor y su ira, eso sí, con unas diatribas ocurrentes muy cómicas que provocan la sonrisa y en algunos momentos, incluso, la carcajada.
Lo siguiente es el descubrimiento de toda la angustia y abatimiento que la llevan a ellas. El tono de Mi única familia cambia, pues, radicalmente, revelando en la segunda parte a una persona enferma de cariño y de apoyo, agotada emocionalmente y portadora de un vacío tristísimo. “La vida es una comedia ridícula, absurda”, dice Mike Leigh, al que le parece “bien” que el espectador “se ría de los resentimientos de Pansy. Luego la sonrisa desaparece, pero la película sigue siendo real, y eso es lo importante. Porque que levante la mano quien no se ha reído en un funeral”.
“AQUÍ TODO ES VERDAD”
Galardonada por este trabajo en los British Independent Film Awards y por la Asociación de Críticos de Los Ángeles y el Círculo de Críticos de Nueva York, la actriz, que hace años decidió mudarse a EE UU a la vista de las escasas ofertas que recibía en Gran Bretaña, no ha perdido en todo este tiempo el contacto con el cineasta, ya octogenario, con el que mantuvo largas conversaciones sobre esta película durante el confinamiento por la pandemia.
“Me empezó a hablar de la película antes de la llegada del coronavirus, me envió un email e inmediatamente le dije que sí. Lo que pasó fue que llegó el COVID y entonces todo se paralizó”, recuerda. Superada la pandemia, se reencontraron en un proceso de ensayos. “Desarrollamos el personaje desde cero y comenzamos a construir capas hasta que conseguimos lo que ves en la pantalla”, dice Marianne Jean-Baptiste, que sabe exprimir al máximo la forma de trabajar del cineasta, sin guiones cerrados y dando espacio a la improvisación.
“En el cine y en el teatro existen ciertas convenciones, por ejemplo, sobre la improvisación y muchas veces los actores tienen que disimular, tienen que hacer como si no supiesen qué es lo que va a ocurrir, pero aquí no es así, aquí no hay nada que disimular porque aquí todo es absolutamente verdad”, explica Mike Leigh, que apunta: “Es la única forma que tenemos de trabajar. Todos los actores con quienes yo trabajo son actores de personajes, no se están interpretando a sí mismos, sino que ellos se transforman en esas personas a las que vemos después en la pantalla. No son actores que están reaccionando ante situaciones o ante emociones, sino que al final van siendo ellos mismos”.
UN PROCESO AGOTADOR
Interpretar a una mujer como Pansy es, siguiendo el método de trabajo que propone el director, un ejercicio agotador. “La verdad es que hubo momentos en los que era bastante cansado para mí poder mantener el nivel –reconoce la actriz–. Aun así, fue un placer y fue un reto crear a esta mujer, una persona a la que definiría como una mujer que está un poco flotando, en el limbo, que no sabe cómo vivir”.
“Puede que tenga alguien en mi familia que comparte algunos rasgos de Pansy, pero claro, ¿cómo dramatizar a un personaje así?”, se pregunta Marianne Jean-Baptista. “Aunque conociéramos a alguien que nos diera pistas, había que crear un personaje que fuese original y en eso consiste nuestro trabajo como artistas, en esa creación, tomando el hilo de la realidad y de la vida”.
Al principio, sí hablaron director y actriz de personas que conocían con rasgos parecidos a los del personaje, “pero esa conversación era solamente como una semilla”, reconoce Leigh, que subraya que “no se trataba de hacer el retrato de nadie en concreto. Lo importante es que el personaje resuena, todos conocemos a alguien así”.
LA REALIDAD DE LA DEPRESIÓN
Mi única familia, a partir del personaje de Pansy, revela la realidad de la depresión y, más concretamente, la depresión en la clase trabajadora. “No es un documental sobre salud mental”, sentencia Mike Leigh, que admite que la película refleja también la ira y desesperanza social, una situación que se vive en el mundo de hoy.
“La protagonista puede ser un símbolo de los tiempos difíciles que estamos viviendo y sus problemas son universales. Millones de personas experimentan estos problemas en sus vidas, en sus relaciones, pero nosotros planteamos las preguntas, no damos ninguna respuesta”, advierte el cineasta. “Es absolutamente esencial que el público tenga que hacer su propio trabajo. Nosotros les damos una serie de materiales, pero luego el público se tiene que poner a reflexionarlo”, añade Leigh, que consiente en que, a pesar del drama que revela, su película “tiene que ser entretenida, tenemos que ser capaces de disfrutarla igual que la vida”. Y añade. “La vida es cómica y es trágica también al mismo tiempo, y una película puede también tener esos dos componentes. Por supuesto que el público se va a preguntar cosas que están pasando en la película y va a tratar de llegar a sus conclusiones. Y sí, eso es precisamente lo que yo quiero hacer. Yo le doy la película al público, a la gente, para que después se la lleve a casa y trabaje y saque sus propias conclusiones”.
UNA MUJER CUIDADORA
Pansy es una mujer que ha asumido el papel de cuidadora heredado de generación en generación por todas las mujeres del planeta. Cuida a su familia, pero a ella no la cuida nadie, no recibe atención ni cariño de su marido ni de su hijo, solamente su hermana (y hasta cierto punto, sus sobrinas) la protege y, en cierto modo, es la única que la entiende.
“Está claro que en esta historia hay una serie de temas más o menos implícitos y entonces depende luego de cada uno decidir sobre qué quiere pensar, a qué le quiere dar vueltas. Pero esa es la naturaleza de este proyecto”, dice el cineasta, evitando detenerse en los temas que trata su película. No hace lo mismo la actriz, que reconoce que su personaje, Pansy, es “efectivamente, una mujer que cuida y que no se siente cuidada. Pero también es una mujer que empuja a hacernos preguntas: ¿Cómo cuidamos a los demás? ¿Cómo somos como esposas y madres? Yo misma me lo planteo”.
HABLAR DE LOS SERES HUMANOS
De alguna manera, Mi única familia contesta en la filmografía de Mike Leigh a su anterior Happy, un cuento sobre la felicidad (2008), en la que su personaje principal, Poppy (Sally Hawkins), era una mujer optimista, alegre y dispuesta a disfrutar la vida. “Poppy era una mujer positiva, inteligente, que está constantemente tratando de apoyar a los demás, nada que ver con Pansy. Es verdad que es exactamente todo lo contrario. Pero no hice aquella película respondiendo al contexto social, ni ésta respondiendo al contexto actual, aunque pueda corresponderse con él –afirma–. Siempre, en todas mis películas, mi inclinación natural es hablar de nosotros, de los seres humanos, de la sociedad, de cómo somos intrínsecamente”, razona.
“Inevitablemente, me afectan detalles, como el uso de teléfonos móviles, que pueden ser detalles técnicos y superficiales. Pero insisto en que lo que más me importa es mostrar cómo somos los seres humanos y la sociedad. Y creo que eso no se circunscribe a un momento en concreto. Lo que me interesa es mucho más crónico y endémico”, añade este cineasta, que película tras película se ha detenido en personajes de la clase trabajadora británica, revelando su realidad.
“Me siento halagado si se piensa que he ofrecido una evolución de los conflictos de la clase obrera, pero no lo he hecho conscientemente”, expone el director de Mi única familia. “Lo que sí es cierto es que en mi cine he estado mostrando a diferentes personas, con diferentes problemas, y todos eran y son reales”.
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