“Todo es posible en Granada”, dijo Salva Reina al recoger el primero de los Premios Goya 2025 de la noche como mejor actor de reparto por El 47. Y seguro que no sabía lo que anticipaban esas palabras. Todo podía ser posible. Y lo fue. Una noche larga que acabó en gran sorpresa, después de unos segundos de shock y duda: dos fueron los títulos que ganaron mejor película, El 47 y La infiltrada. Todo es posible en Granada.
Y eso que había empezado de la única manera que debía porque una gala en Granada no podía empezar de otra forma: “A los hijos del rockn’roll, BIEEEENVENIDOS”. Miguel Ríos, el rockero granadino más icónico, salió al escenario acompañado por Luis Tosar, Pepe Lorente, Zoe Bonafonte, Cristalino, Dani Ibáñez y Amaral. Era una edición muy musical y se merecía un número con esa energía y que traspasara generaciones.
Al tímido, pero fuerte “Free Palestina” de Miguel Ríos siguió una introducción funcional de las dos presentadoras, sin demasiado chiste ni demasiado riesgo, mejor eso siempre (y como fueron el resto de sus entradas, solventes, tranquilas), para dar paso rápido a lo que hemos venido a ver. Los premios. En una noche que se presentaba tan repartida e incierta, empezaron pronto cayendo los Goya para un lado, para Torre Baró, para El 47: Salva Reina, como mejor actor de reparto, y efectos especiales.
Pero, sí, aún quedaba tiempo para que todo pasara, para que cualquier cosa pasara. La canción de reencuentro y cierre de círculos de La guitarra flamenca de Yerai Cortés, de Yerai, La Tania y C. Tangana se impuso. Después, Laura Weissmahr, una de las interpretaciones más impresionantes del año por Salve María, tuvo su momento, un discurso honesto y libre, como ella. Y lleno de lágrimas.
Empezó siendo una gala a flor de piel, llena de lágrimas, como las que Maribel Verdú no pudo contener al entregarle el Goya de Honor a su amiga desde la infancia Aitana Sánchez Gijón. “Te quiero porque eres luz y talento”, dijo. Una Aitana triunfal exultante, que no pudo evitar el guiño a Richard Gere, sentado en primera fila, pero después pasó a recitar un medido y bonito discurso en el que no se olvidó de los grandes nombres de su carrera, de su familia, tampoco se olvidó de celebrar el optimista momento de las mujeres en el cine (“Va siendo hora, compañeras”) para terminar con un momento de reivindicación, recordando a Marisa Paredes y su advertencia “por el mido a la ignorancia, al fanatismo, a la violencia y a la guerra”… “A lo que yo añadiría, hay que tener miedo a los nuevos imperialismos y las limpiezas étnicas”, dijo entre aplausos.
Alejandro Sanz cantó Abre la puerta en ese otro guiño al gran público y a Andalucía. Después, que la noche seguiría repartida y, sobre todo, incierta (aunque nadie podía predecir este final) se confirmó con la siguiente tanda de premios: Pepe Lorente como mejor actor revelación por La estrella azul, maquillaje y peluquería para Marco, dirección de fotografía para Edu Grau por La habitación de al lado, mejor dirección de producción para El 47, mejor sonido para Segundo premio y Clara Segura por El 47 como mejor actriz de reparto reivindicó el derecho al acceso a la educación acordándose de su Carmen, su personaje, que “hizo una revolución silenciosa” educando a las niñas y las mujeres del barrio.
MENOS DISCURSOS, POR FAVOR
Antonio Banderas fue el encargado de dar el Goya Internacional a su amigo, Richard Gere, que como había hecho en el día previo a la ceremonia insistió en su denuncia de los “tiempos oscuros” que vivimos, en su país, pero no sólo, con representantes elegidos, dijo, nombrando directamente al presidente de su país, Donald Trump. “Más que nunca tenemos que mantenernos vigilantes y valientes, tenemos que levantarnos, decir la verdad y ser honestos”, declaró dando ejemplo de cómo usar un altavoz y situación como estas.
Los Premios Goya siempre son reivindicativos, pero este pasará como uno de los años con discursos más combativos… Y largos. Las cosas como son. Bonitos, acertados, necesarios, pero que prolongaron la gala en exceso. A las 12 aún quedaban la mitad de los premios por entregar. Menos mal, las actuaciones musicales, quizá nunca hubiéramos imaginado decir esto. Menos mal. Lola Indigo y su Verde que te quiero verde; y Rigoberta Bandini y El amor. Menos mal.
LARGA ES LA NOCHE
La noche seguía repartida: La virgen roja mejor dirección de arte, Mariposas negras se llevó el de mejor película de animación; Cafuné, Semillas de Kivu y La gran obra cumplieron más o menos con lo que se esperaba entre los cortometrajes; también Javier Macipe recogiendo de manos de Estibaliz Solaguren Urresola (20.000 especia de abejas) y J.A. Bayona el Goya a mejor dirección novel y recitando uno de los mejores (por bueno y breve, dos veces bueno) discursos de la gala en forma de milonga argentina, recordando a su equipo, a Argentina, a su familia, a Mauricio, la música y la Pilarica porque “hasta el director más ateo sabe que el cine es milagro”.
“Camino en la larga noche, pero camino al amor” es lo que le dijo Macipe al locutor de TVE, Carlos del Amor, que leyera mientras subía al escenario, los últimos versos que escribió Mauricio Aznar, el líder de Más birras, sobre el que centró La estrella azul. Unas palabras que resonaban en nuestras cabezas mientras seguíamos atravesando la larga noche.
ANTE EL ODIO, MÁS CINE
Alberto Iglesias, el profesional con más Goyas, 12 con el que recogió anoche por La habitación de al lado, se lo dedicó a Marisa Paredes porque la primera música que compuso fue para La flor de mi secreto y ella aparecía en su primera escena. La banda de La guitarra flamenca de Yerai Cortés volvió a subir a recoger mejor documental. Walter Salles le envió su mensaje de agradecimiento al músico Jorge Drexler (quien le compuso la banda sonora oscarizada hace 20 años de Diarios de una motocicleta) por el Goya a Aún estoy aquí. Emilia Pérez fue la mejor europea, como se esperaba, sus distribuidores subieron a recogerlo y zanjaron la polémica de los últimos días alrededor de Karla Sofía Gascón con un necesario recordatorio: “Ante el odio y el escarnio, más cine y más cultura”.
TODO PODÍA PASAR
La traca final, como suele pasar, se agolpó, es el agotamiento el que nos dirige y la emoción por ver cómo se resolvía una noche muy repartida, pero, de verdad, nunca con ese final. Imágenes y momentos de los minutos finales que quedaron para el recuerdo y elevar la noche y hacerla inolvidable (para bien y para mal): Fernando Méndez-Leite, presidente de la Academia, siempre aportando humor y alivio en sus obligados discursos institucionales; el discurso del rey de los discursos, Eduard Sola, dedicado a las “supermadres”; la advertencia contra “los tiempos difíciles” de Eduard Fernández después de ese bonito abrazo con su hija, Greta, quien le entregó su cuarto Goya; Carolina Yuste subiendo a por el único premio para La infiltrada (hasta ese momento) y Pol Rodríguez agradeciendo “el acto de fe” de Isaki Lacuesta cuando le llamó para dirigir Segundo premio, los dos se llevaron el tercero de la noche para la película en dirección.
¿Qué iba a pasar en mejor película? Nos preguntamos todos entonces. Parecía abierto. El 47, la más premiada hasta ese momento; Segundo premio con sus directores y cerrar el círculo en Granada; ¿podría ser La infiltrada? El reparto y director de Mar adentro, celebrando sus 20 años de ser aún la película más premiada de los Goya, dieron la gran campaná: Belén Rueda leyó primero El 47… y cortando las emociones, leyó el segundo título, La infiltrada.
La confusión se apoderó del escenario, la platea y la sala de prensa del Palacio de Congresos de Granada. Primera vez en la historia que dos películas se repartían el premio gordo (sólo había pasado antes en 1991 con dos cortos). Las productoras de los dos filmes se repartieron el premio. Ganaron dos películas de industria, de mucha taquilla, de historias reales, que encontraron su público amplio y también el premio. Efectivamente, todo podía pasar en Granada. Y pasó.
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