Hace 20 años, Pixar contrató al director Brad Bird con el encargo de modernizar el cine de animación. Creyó en él incluso a pesar del fracaso que había sido su primera película, El gigante de hierro. Y acertaron. Los Increíbles fue un gran éxito y revolucionó la forma de hacer y entender las adaptaciones cinematográficas de cómics, allanando el camino a los universos cinematográficos de Marvel y DC de última generación.
Por Gabriele Niola
“Cosas que explotan y gente que se abraza”. Con esta frase, Brad Bird, director y guionista de Los Increíbles, resumía a quienes le preguntaban qué tenía de especial aquella película de animación que cambiaría muchas cosas tanto en Pixar como en el cine americano de superhéroes. El punto de partida era sencillo, pero brillante: en un mundo en el que existen los superhéroes, alguien decide prohibir que estos sigan haciendo el bien porque la factura de los destrozos ocasionados en la lucha contra el crimen es demasiado cara.
Así que, quienes se habían labrado una carrera y un matrimonio gracias a su trabajo como héroes enmascarados, como era el caso de Mr. Increíble y Elastigirl, tenían que buscarse la vida. Un trabajo normal. 13 años después, él trabaja en una compañía de seguros y ella se dedica en cuerpo y alma a ejercer de madre de sus tres hijos (también con poderes). Nadie conoce su pasado heroico y nadie tiene por qué descubrir que los niños también tienen poderes. Deben ocultar su condición de increíbles y fingir que son personas corrientes.
Es la historia del sufrimiento de alguien que, pese a ser fuera de lo común y especial, tiene que ocultar sus habilidades. Eso es lo primero que salta a la vista de está genial película, estrenada con gran éxito en noviembre de 2004. Y para que todo fuera muy diferente a lo que estábamos acostumbrados en esa época, Los Increíbles partía de una situación exactamente opuesta a la habitual, en la que, en vez de esconder al mundo su verdadera identidad, los superhéroes tienen que ocultar sus poderes. Así, el género de las pelis de superhéroes tal y como lo conocemos hoy estaba todavía por escribir. Bryan Singer acababa de inaugurar la nueva era del cine basado en cómics con X-Men (2000), seguido de Sam Raimi y su Spider-Man (2002), gestada, en realidad, al mismo tiempo que Los Increíbles, aunque, al tratarse de una película de animación, tardó más años en estar lista.
¿SER ESPECIAL O PRETENDER NO SERLO?
A Bird, le llamaron de Pixar a principios del año 2000 a través de John Lasseter. Se conocían desde 1978, cuando estudiaron animación en el California Institute of the Arts (CalArts). De allí, Lasseter acabó en Disney, de donde saldría más tarde para fundar Pixar. Bird, por su parte, formó parte del magnífico equipo que creó Los Simpson, y luego convenció a Warner para producir El gigante de hierro, su primer largometraje de animación y un fracaso en toda regla al que, sin embargo, hoy se le considera una obra maestra de la animación.
A Lasseter poco le importó el mal resultado comercial, porque la película era preciosa. Y si algo sabía de Brad Bird es que era un gran guionista que ya había demostrado ser un magnífico coordinador en Los Simpson. En otras palabras, era una persona capaz de manejar una máquina tan compleja como un estudio de animación y conseguir crear algo nuevo, excepcional y nunca visto. Un general que podía ponerse al frente de grandes equipos.
Justo lo que Pixar necesitaba. En ese momento, iban por la quinta película de gran éxito (Toy Story, Bichos: Una aventura en miniatura, Toy Story 2, Monstruos S.A. y Buscando a Nemo), y temían quedarse estancados en un patrón, perder la espontaneidad y convertirse en una productora más del montón. Necesitaban a alguien que pusiera la casa literalmente patas arriba.
De hecho, Lasseter, Ed Catmull y Steve Jobs, los tres fundadores del estudio, le dijeron a Brad Bird que querían que cuestionara su forma de producir. O, al menos, si tenía alguna idea para una película. Y él la tenía. Los primeros esbozos de los personajes de Los Increíbles son de 1993. En ellos aparece una familia de superhéroes (entonces se llamaban los Smith) que no pueden serlo y, en particular, del padre que, en plena crisis de los 40, vuelve a ponerse el traje de superhéroe, a escondidas, avergonzado. Como si tuviera una amante.
Es la parte más Pixar de toda esta historia. Ser superhéroe es una forma de realización para toda la familia que, cuando desaparece su padre, se lanza al rescate. En última instancia Los Increíbles nos transmite el mensaje de que reprimir la singularidad de uno mismo es un asco, y que la idea de que “todos son especiales” sólo significa que, como dice uno de los personajes, “entonces nadie es especial”.
HACIA EL UNIVERSO CINEMATOGRÁFICO MARVEL… ¡Y MÁS ALLÁ!
Cuando Los Increíbles llegaron a los cines, los productores de películas de superhéroes estaban obsesionados con crear personajes creíbles, querían representar a personas vestidas con mallas que vivían aventuras al gusto de la prensa escrita, para contar con el beneplácito del cine de siempre. En cambio, Brad Bird estaba interesado en utilizar al superhéroe como metáfora.
Por eso, reescribió esa mitología. Los superhéroes de esta película no se parecen a ningún otro, ni siquiera a los Cuatro Fantásticos, el único otro clan que funciona como una familia y que tiene poderes muy similares.
Se trataba de refundar la noción de superhéroe para adaptarla mejor a la industria cinematográfica. Y ese es exactamente el salto que daría Marvel Studios cuatro años más tarde con Iron Man y el inicio de su universo cinematográfico. En la época anterior a Los Increíbles, cada variación respecto a la página impresa suponía un problema, y las películas luchaban por imitar los cómics. En cambio, la época después de Los Increíbles se caracteriza por una libertad de tono y una diversión antes impensable. Si Robert Downey Jr. Se atreve a hacer su propio Tony Stark, y así lo harán los demás actores y directores de Marvel tras él, es porque las reglas del juego de la adaptación de cómics habían cambiado.
Si Marvel se permite inyectar humor y frivolidad a sus historias hasta el punto de convertirlas en marca de la casa sin por ello perder seriedad (mucho más de lo que ya había intentado Raimi), es porque Los Increíbles había marcado un punto álgido en términos de diversión y profundidad de contenidos.
ALGO INÉDITO HASTA LA FECHA
En su momento supuso un gran paso adelante, incluso para el estudio que había hecho Buscando a Nemo (2003). Ahora bien, lo que asustaba a todo el mundo de aquel guion de Brad Bird, incluso más que la propia historia, era la cantidad de escenas, escenarios y acciones que había asignado a los personajes. Para Bird era su primera experiencia en animación digital. Por eso, se hizo una composición mental de cómo debía ser la película, sin caer en lo que era o no técnicamente posible.
Y casi nada de lo que había imaginado podría hacerse. Empezando por los humanos. Hasta entonces, las historias de Pixar no trataban de personas, salvo contadas excepciones en las que alguna asomaba la cabeza de vez en cuando. La razón era que no podían animarlos de forma lo suficientemente convincente como para mantener un papel protagonista o, incluso, estar en todas las escenas de una película sin que el espectador se diera cuenta de lo poco realista que era la animación.
Y, por si fuera poco, Los Increíbles tenía el objetivo aún más complicado de crear personajes que incumplían las leyes de la física. Por eso, para que la animación resultara convincente, primero había que hacer visibles esas leyes y sólo después lograr que los personajes las incumplieran, para que pareciera que estaban haciendo algo asombroso.
Bird siempre fue el primero en querer hacer algo fuera de lo común, en poner en la pantalla “cosas que explotan y gente que se abraza”. Nada expresa mejor la idea de esta combinación que la escena en la que, tras infiltrarse en la base enemiga para recuperar a su marido encarcelado, Elastigirl utiliza sus poderes para evitar ser detectada, pero al verse reflejada en una superficie brillante, adopta una expresión de malestar al ver su propio físico, que ya no es lo que era.
Esta película excepcional sobre el deseo de ser increíble nos habla también del paso del tiempo, con entrevistas a los protagonistas cuando son jóvenes, llenos de sueños y ambiciones, para mostrarnos cómo son años después, cuando esos sueños de excepcionalidad se han hecho añicos y viven una vida ordinaria que no les satisface.
Este tipo de proceso y elaboración no consiste en “pulsar un botón” y esperar a ver cómo se hace la animación, sino que, como dice Bird, está “electrónicamente hecho a mano”. Cada paso se trabaja, se reelabora y se vuelve a reelaborar para dar una utilidad a los ordenadores y a los programas informáticos y realizar cosas que antes no eran posibles.
La respuesta inicial que recibió Bird fue que harían falta 10 años y la friolera de 500 millones de dólares para hacer la película tal y como él la había escrito.
Sin embargo, sólo contaban con cuatro años y menos de 100 millones. Tampoco Hayao Miyazaki, el gran animador ampliamente idolatrado en Pixar, lo veía claro. Durante una visita al estudio, le mostraron los planos y guiones gráficos, y el maestro japonés dijo: “Lo que estáis intentando hacer es muy aventurero para el cine americano”.
UN EQUIPO DE OVEJAS NEGRAS
Para conseguirlo, Bird fichó a malotes, frustrados y a outsiders. Creó un equipo con los empleados de Pixar que querían hacer las cosas de otra manera, los que estaban dispuestos a cambiar sus métodos de trabajo. Con cierto orgullo, Brad Bird suele recordar que, al final, el minuto de Los Increíbles costó menos que el de Buscando a Nemo, y que cambiaron para siempre las técnicas y los métodos de trabajo en Pixar.
Una de las técnicas de Bird para hacer más con menos consistía en planificar Meticulosamente las escenas. Los guiones gráficos de la película eran minuciosos y había que ceñirse a ellos de manera maniaca. Normalmente, en la animación gráfica por ordenador, primero se crea un entorno en el que ambientar la escena, luego los personajes y, por último, se hace que se muevan por el entorno como en un videojuego en el que se exploran mapas. Pero en Los Increíbles no había tal libertad, todo estaba creado de forma quirúrgica. Si en alguna escena el encuadre se hubiera desplazado lo más mínimo, la imagen habría estado llena de errores, como paredes con agujeros, figuras desconectadas de los cuerpos, cabellos que no siguen el movimiento, y así sucesivamente.
Todo había sido creado únicamente para funcionar tal como se había programado de antemano. O tal como dijo Brad Bird: “He sacrificado la flexibilidad de poder moverme por el plató virtual y, a cambio, he conseguido dos elementos más importantes: grandeza y ambición”.
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