Antes de su ópera prima, Un buen padre, el director francés Ronan Tronchot ya había rodado dos cortometrajes que abordaban la paternidad, el thriller Dans la fôret lointaine y el drama Novembre.
La decisión de volver sobre esa fijación para su debut en el largometraje le asaltó con una paradoja ligada a su crianza católica en Bretaña, “la ironía de que un hombre al que toda una feligresía llama padre no pueda ser el papá de nadie”.
Así surgió el personaje de Simon, un sacerdote dedicado plenamente a su parroquia en un pequeño pueblo del centro de Francia que descubre que tiene un hijo de 11 años nacido antes de que fuera ordenado.
La noticia de su paternidad sobrevenida da un vuelco a la vida cotidiana del protagonista, que se plantea si puede ser un buen cura para sus fieles al tiempo que un buen progenitor para su recién descubierto hijo. Esa misma duda van a tener que dilucidarla las máximas autoridades de la Iglesia, que han de determinar si la vocación religiosa es compatible o no con el amor paternal.
“Nuestro objetivo era mostrar a un clérigo que no vemos en los medios de comunicación y simplemente hace su trabajo, que, de hecho, hace bien, como tantos otros. Queríamos realizar una película que fuera positiva, alejada de los escándalos de pedofilia que han estado saliendo a la luz relacionados con la institución eclesiástica”, declaró el realizador novel poco antes del estreno en Francia.
Un buen padre se presenta como una propuesta muy realista sobre el trabajo de un cura en el siglo XXI, alejada de clichés y de caricaturas, y cargada de preguntas. El actor Grégory Gadebois (Golpe de suerte) da vida al padre en la encrucijada, mientras que el actor y director argelino Lyès Salem (Abou Leila) interpreta a un cura con doble cultura, la musulmana y la católica. Ambos son amigos y se complementan en la trama. El protagonista es, en palabras de Tronchot, “alguien que parece muy amable, muy tranquilizador y, al mismo tiempo es imponente, corpulento y sabe demostrar autoridad”, mientras que el sacerdote magrebí es “muy directo, franco y humano”.
La película trata de probar la compatibilidad entre ser padre de una diócesis y ser padre biológico, como ya se ha demostrado. “Si se buscan se logra encontrar soluciones, pero un sector entero de la Iglesia tiene miedo a perder sus fundamentos y a avanzar”, reflexiona Tronchot. “Quieren mantener una forma de poder y un deseo de control que, en este momento, pueden suponer un riesgo de alienación de los fieles. Hoy día existe un muro entre la institución y la sociedad”.
También te puede interesar:
- Crítica ‘Un buen padre’: Tierno relato sobre el anquilosamiento de la institución eclesiástica
- Jacob Elordi y Justin Kurzel, protagonista y director de la serie ‘El camino estrecho’, sobre el Tren de la muerte: “Este es el personaje que más esfuerzo físico y emocional me ha exigido”
- Luis Ortega firma ‘El jockey’, una comedia surrealista y de suspense con Úrsula Corberó: “Me gusta mucho trabajar con actores que no lo son, pero necesitaba intérpretes sólidos”