Paolo Sorrentino ha inaugurado Venecia 2025 con La Grazia, una película que fusiona lo sagrado y lo profano, lo aristocrático y lo popular, que aborda la ética y lo hace (también) a través de las letras del rapero milanés Gue Pequeno.
¿Qué tienen que ver el presidente de la República, Sergio Mattarella, el delicado pero oportuno tema de la eutanasia y un rapero como Gue Pequeno? A su manera, todos son protagonistas o inspiraciones de La Grazia, la película de Paolo Sorrentino que ha inaugurado el 82.º Festival Internacional de Cine de Venecia hoy, 27 de agosto de 2025.
Una edición marcada por el debate político en torno a la cuestión palestina, desde las marchas hasta los llamamientos al boicot; estos temas, de alguna manera, logran formar parte de una película sobre la que, hasta hace unas horas, prácticamente no se sabía nada. Luego, durante la proyección de prensa matutina, el propio Paolo Sorrentino aclaró sus reservas y reveló parcialmente la trama, lo que lo lleva de regreso al festival italiano tras Fue la mano de Dios y su participación en Cannes con su anterior película, Parthenope, el año pasado.
La Grazia es una película sobre el amor, la duda, la responsabilidad, la paternidad y, sobre todo, la ética. Se inspira en la fascinación de Sorrentino por El decálogo, de Kielowski y en la actualidad: en 2019, el presidente Mattarella indultó a Giancarlo Vergelli, un hombre de 88 años condenado por el asesinato de su esposa, quien padecía Alzheimer. La estranguló con un pañuelo, permaneció con ella durante aproximadamente una hora y luego se entregó a la policía. A partir de aquí, Sorrentino construyó (en parte) el personaje de Mariano De Santis (encomendado, por supuesto, a Toni Servillo), el presidente de la República que ha entrado en su mandato de seis meses y aún enfrenta varios desafíos que marcarán su legado: una ley de eutanasia que se firmará en contra de la voluntad del Papa, dos controvertidas solicitudes de indulto y el enfrentamiento con su hija, también jurista (interpretada por Anna Ferzetti).
La Grazia, sin embargo, no es un thriller político; trata sobre el amor y sus diversas formas, el amor en relación con el dolor, la traición, el poder e incluso la muerte. Sorrentino lo define como el motor inagotable que impulsa la duda, los celos, la ternura y la comprensión de las cosas, de la responsabilidad. Lo analiza en el contexto más institucional posible, el del Quirinal, volviendo a centrarse en una figura de poder político, pero sin obsesionarse con los rituales del cargo.
El tono más político de Sorrentino reside en su llamamiento explícito a los políticos para que practiquen la duda, para que no se escondan tras sus propias certezas, sino que busquen la discusión y el diálogo, incluso en temas tan delicados como la eutanasia. “¿De quién son estos días?” es la frase más incisiva, conmovedora y oportuna que pronuncia repetidamente.
El presidente De Santis se ve afectado por esta duda, por la visión de su hija de una nueva realidad. Siente la responsabilidad de entregarse a un futuro que, sin duda, no podrá ver, y que le importa poco. Sin embargo, acepta, como padre, la oportunidad de volver a ser hijo.
Estos temas están bien representados por algunos elementos, especialmente musicales, que resaltan estas almas aparentemente opuestas y, como de costumbre, mezclan lo sagrado con lo profano, lo aristocrático con lo popular: el Presidente de la República siente tanta pasión por el rap de Gue Pequeno que Sorrentino cede a la tentación de incluir un cameo del propio rapero en la película. Sorprendente, pero no demasiado considerando la entrevista que el propio Sorrentino le concedió a Gue Pequeno hace unos meses, cuando dijo de él que poseía una “gracia desgarbada”. En retrospectiva, un reconocimiento rotundo dada su presencia en la película.
“Musicalmente, sus letras son sumamente interesantes”, nos comentó el director ganador del Oscar por La gran belleza en la conferencia de prensa. “Cuando dice: ‘Pido perdón después, no primero, por favor’ [en Le bimbe piangono, la canción que versiona la película, ed.], está diciendo algo que me repito 50 veces al día“.
En definitiva, La Grazia es una película que une con éxito las dos almas de Sorrentino que mejor se han expresado a lo largo de su carrera: la políticamente comprometida, gracias a una película que aborda cuestiones morales en un período histórico en el que “la ética se usa con demasiada frecuencia solo por razones instrumentales”; y la que se deja seducir por personajes desmesurados, capaces de aliviar la tensión y ofrecer al espectador fragmentos de memorabilidad sorrentina.
Y en tiempos como estos, tener la gracia de reconciliar estos dos opuestos no es poca cosa, incluso para los directores más consagrados.
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