Torremolinos, verano del 68. Tres amigos sevillanos de 20 años se marchan para aprovecharse de esa aparente libertad que traía el turismo. Ese es el escenario de la comedia Vírgenes, de Álvaro Díaz Lorenzo.
¿Cuál fue la semilla de la película?
Me apetecía escribir una comedia protagonizada por un grupo de chavales jóvenes, pero no quería hacer algo ambientado en el mundo actual, donde todo fuesen drogas, sexo rápido… Así que opté por mirar hacia el pasado.
¿Y por qué Torremolinos a finales de los 60?
Mis padres se conocieron en Fuengirola, cerca de allí, en un verano de finales de esa época. Mirando mi historia familiar, me pareció que podía ser interesante ambientar la película en aquel contexto para explorar la represión de la sexualidad durante el franquismo.
En este sentido, es una película que parece una cosa y acaba por convertirse en otra.
Sí. No deja de ser una comedia sobre un grupo de colegas que quieren perder la virginidad, pero ambientarla en aquel tiempo y aquel espacio me permitía tocar temas interesantes, como la famosa “ley de vagos y maleantes”.
Una ley que, durante el franquismo, se utilizó para reprimir a los homosexuales.
Claro. Yo quería aproximarme a esa cuestión, pero desde una mirada naíf, que es la que tienen los tres protagonistas.
En este sentido, Vírgenes conecta con tu primera película, Café solo o con ellas (2007).
Sí. En aquella también me centraba en un grupo de chavales jóvenes preocupados por su relación con las mujeres. Me apetecía, después de varias películas, volver a acercarme a una historia así. Hacer otra vez una peli sobre amigos.
El diseño de producción recrea muy bien ese momento histórico en España.
Para mí era muy importante cuidar mucho las localizaciones, la fotografía, la paleta de colores… Reconstruir con mucho mimo cada detalle visual de la época.
¿Influencias de otras películas que puedes confesar?
Por un lado, claro, estaban las pelis americanas de adolescentes, como American Pie o Wet Hot American Summer. Pero también revisé mucho cine del landismo para encontrar el tono. Y me leí varias veces Los europeos, de Rafael Azcona.
Hablando de Azcona: en Vírgenes hay muchos homenajes al cine, especialmente a la figura de Berlanga.
Sí. El Verdugo, Bienvenido, Míster Marshall… Son películas que tuve muy presentes y que se mencionan directamente en el guion.
Y también homenajeas el cine como lugar, es decir, la propia sala de cine como vía de escape de una realidad gris.
Sí. En este sentido, mi director de foto y yo tomamos Cinema Paradiso como principal referencia. De hecho, también hay una cita directa en la película.
¿Fue un rodaje difícil?
Íbamos algo justos, tanto de tiempo, como de presupuesto.
¿Cuánto tardasteis en rodarla?
Yo estoy acostumbrado a tener en torno a seis o siete semanas de rodaje. En este caso, tuvimos sólo cuatro y media.
Y a nivel económico, ¿también contaste con menos dinero del habitual?
Esta película debería haber rondado los dos millones y medio de presupuesto. No alcanzamos el millón y medio.
¿Alguna escena especialmente complicada de rodar?
Como no teníamos mucho tiempo, planificamos Vírgenes todo al milímetro, de manera que no hubiese grandes problemas. Sin embargo, la escena de la playa siempre es fácil que se compliquen por cuestiones climáticas…
¿Cómo fue el casting?
Yo quería encontrar un equilibrio en el reparto: que hubiese caras conocidas, pero también rostros más o menos novedosos. En este sentido, Carlos Scholz, César Vicente y Xavi Caudevilla fueron opciones ideales.
¿Y aportaron algo a sus personajes? ¿O estaba todo muy atado ya en el guion?
Aportaron mucho. Me gusta escuchar a los actores e intentar ensayar lo justo, para evitar que los chistes se vicien. Lo ideal es mantener la frescura hasta el día de rodaje.