★★★/★★★★★
Fantásticamente orquestado y de una exquisita economía expresiva, el nuevo largometraje del nipón Kiyoshi Kurosawa viene a confirmar su excelente estado de forma como guionista y director. Preciso como pocos con la cámara, el autor de Cure (1997) toma con sumo acierto, ya desde los primeros compases, el pulso de un relato que, desde la distancia y la frialdad exactas (sin por ello rehuir del humor negro), pone sobre la mesa la cuestión de la creciente deshumanización del hombre en un momento histórico en el que la otredad está cada vez más veces del otro lado de una pantalla.
En el centro de esta historia se encuentra Yoshii, un joven que abandona su trabajo en una fábrica para dedicarse a la reventa online de artículos con los que, de forma tan inconsciente como amoral, comienza a especular sin pensar siquiera las posibles consecuencias de sus actos.
No sobra ni falta un plano en la elegantísima Cloud (mención especial merece también su planteamiento sonoro: es el silencio, y no una música extradiegética, el que vertebra el crescendo de la tensión), la película número 31 de Kurosawa, que arranca como un drama sobrio y minimalista para terminar tomando la forma de un violento y seco thriller de venganzas.
Si bien no quedará para el recuerdo, el último trabajo del japonés es un muy disfrutable entretenimiento con una brillante planificación visual que pone de relieve el talento y la sabiduría cinematográfica de su autor.
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