★★★½
“De todo lo que me enseñó mi madre solo me queda el futuro”, afirma en voz en off Elena López Riera al comienzo de su último trabajo, una pieza de cine ensayístico en la que la directora de El agua intenta rastrear su vínculo con un pasado reciente que se le antoja muy distante. Las novias del sur arranca con una minuciosa exploración de una fotografía de boda, retrato de la madre de la autora. López Riera escruta cada detalle de la imagen, tratando de reconocerse en ella; “no-novia” y “no-madre”, la cineasta pronto toma conciencia de que la cadena que ha unido a las diferentes generaciones de mujeres de su familia tendrá en ella su último eslabón. En Las novias del sur, López Riera intercala imágenes de archivo (grabaciones de boda en Betacam en las que mujeres jóvenes se visten de blanco para jurar amor eterno ante el altar) con entrevistas realizadas en el presente (conversaciones con mujeres de edad avanzada que echan la vista atrás para rememorar sus matrimonios). Es en este formidable juego dialéctico donde las filmaciones del pasado (despojadas, además, de su sonido original, que la cineasta sustituye por una suerte de oscuro eco de pesadilla) se ven resignificadas: las sonrisas dibujadas en los rostros de las novias, puestas en diálogo con las palabras de desencanto, desgaste y renuncia de las mujeres maduras (sus “yoes” futuros), adquieren de pronto un cariz muy distinto, haciendo patente la otra cara del amor romántico: el peso de la cultura, las imposiciones sociales, el miedo al “qué dirán”, el “dejarse hacer”. Y, aun sabiéndose a salvo del mundo al que pertenecían sus predecesoras, que tan lejano parece quedar, López Riera no puede evitar identificar la losa heredada: “¿Cómo son las novias sin novio? ¿Cómo son las madres sin hijos? ¿Quién, después de mí, repetirá este miedo?”, se pregunta aquella que no tendrá descendencia. Y concluye: “Hoy me miro al espejo y también sonrío y tiemblo. Como una novia el día de su boda. Como todas las novias del sur”.
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