★★★
Con A la deriva, Jia Zhangke añade un nuevo eslabón a su espectral retrato de la China contemporánea asolada por las consecuencias del tan idolatrado crecimiento económico. «China está en un proceso de cambio muy rápido, y ese progreso a menudo viene acompañado de pérdidas culturales y humanas. Mi cine trata de captar esas tensiones, ese choque entre lo antiguo y lo nuevo, para mostrar la verdadera cara del progreso”, señalaba el cineasta en una entrevista concedida a la revista Film Comment en el año 2009. En Naturaleza muerta (2006), el cineasta chino ya dejaba al descubierto las ruinas físicas del progreso, y más recientemente, con La ceniza es el blanco más puro (2018), exploró las heridas ocasionadas por este en el alma de los personajes. Ahora, en A la deriva, una suerte de palimpsesto fílmico entre la ficción y el documental que se compone tanto de escenas descartadas de sus anteriores películas como de material filmado durante la pandemia del coronavirus, el cineasta continúa por esta senda narrando la historia de Qiao Qiao (interpretada por su habitual colaboradora Zhao Tao), una joven que emprende un viaje en busca de un antiguo amor a través de un país en constante mutación. Los grises paisajes industriales y las ciudades en proceso de demolición se tornan protagonistas de una película profundamente melancólica, de tono elegíaco y estructura narrativa fragmentada que, a la manera de un puzzle emocional, fluctúa entre pasado y presente, recuerdo y olvido, preservación y pérdida de una identidad cultural.
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