★★½
El catalán Dani de la Orden (cuya Casa en llamas es una de las grandes favoritas de este año en los Premios Goya) estrena en Prime Video hoy, 5 de febrero, su primera serie original, que co-escribe junto a Oriol Capel y Natalia Durán. En A muerte seguimos los pasos de Raúl, un chaval de treinta años que, de la noche a la mañana, se enfrenta a un terrible diagnóstico: tiene cáncer de corazón. Conoce entonces, por una serie de azares, a Marta, una joven de espíritu libre y recientemente embarazada con la que, a priori, parece tener muy poco que ver. Sin embargo, ambos terminarán por enamorarse. Estructurada en siete capítulos de poco más de media hora de duración, la ficción, una comedia romántica (el tan clásico chico conoce a chica) con una pátina de humor negro, aspira en todo momento a encontrar un difícil equilibrio entre el gamberrismo y la amabilidad, entre la incorrección política y las "buenas vibras" tan propias de las feel good movies. Y lo consigue a medias. Hay muchas cosas que están bien en A muerte: funciona la vis cómica de sus actores (especial mención merece Verónica Echegui), funciona la cadencia de su humor, funcionan (unos más que otros) los chistes, funciona su puesta en imágenes, que se adecúa perfectamente a la ligereza de su tono (aunque a su vena "punki" le hubiese venido bien, todo sea dicho, un menor academicismo). El problema es anterior a todo ello, anterior incluso al proceso de escritura: radica en las bases mismas del proyecto, en su enfoque, en la mirada que la ficción arroja sobre el tema que aspira a tratar. Y es que, teniendo como punto de partida un acontecimiento tan terrible, la serie juega a desdramatizar la enfermedad y la muerte no desde la distancia irónica, o desde el desafío y la confrontación, sino directamente obviándolas (a nadie, ni siquiera al propio Raúl, parecen importarle lo más mínimo), lo que acaba provocando que cada una de las motivaciones y decisiones de sus personajes resulten inverosímiles (y que a nosotros, como espectadores, nos cueste mucho empatizar con ellos). Las muchas casualidades que se dan cita en su guion tampoco ayudan a otorgar la credibilidad necesaria a una serie que, si bien es ligera y agradable de ver, se percibe en todo momento ciertamente encorsetada, demasiado “escrita”, dependiente de un texto que, obcecado en avanzar hacia adelante y encadenar un gag con el siguiente, se ha olvidado de brindarles una pizca de humanidad a sus personajes.
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