Crítica ‘April’: Angustioso y enigmático ejercicio de cine libre

Crítica ‘April’: Angustioso y enigmático ejercicio de cine libre

Crítica de 'April'.

★★★★

Con el segundo largo de la georgiana Dea Kulumbegasvhili, ganadora de la Concha de Oro en Donosti por la apabullante y extrema Beginning (2020), ocurre algo que un crítico de cine -al menos, el que esto escribe- agradece siempre: verse tomado por sorpresa, despojado de sus herramientas habituales de juicio, genuinamente desconcertado ante un relato que escapa a toda convención y desbarata toda certeza. Y es que April es una película libérrima que, más cercana al videoarte que al cine narrativo, rehúye siempre los senderos trillados; no hay en ella ni medio ápice de pura funcionalidad: cada decisión estética es aquí visceral y arrebatada, demostrando a cada paso la plena confianza de la cineasta en el poder imantador de las imágenes, los sonidos, el cuadro y el fuera de cuadro, el tiempo y el espacio cinematográficos. La película, arriesgada en cada cambio de plano, sigue los pasos de Nina, una ginecóloga de mediana edad que, además de asistir partos en un hospital rural de Georgia, realiza abortos clandestinos a mujeres que lo necesitan -en su poder están, pues, dar y quitar la vida-. Su sentimiento de sororidad en un contexto profundamente patriarcal entra en conflicto, sin embargo, con una pulsión oscura que habita en su interior: en el extrarradio, busca tener sórdidos encuentros sexuales con hombres a los que no conoce de nada. La película, de un ritmo deliberadamente parsimonioso que busca llevar al espectador hasta la extenuación, funciona como un angustioso y enigmático estudio sobre la doble moral de una sociedad machista que cree tener potestad para utilizar a su antojo los cuerpos gestantes. Como toda obra gigantesca, posee infinitas contradicciones y puntos de fuga, y, sin caer en ningún momento en lo discursivo, termina erigiéndose como un verdadero ejercicio de cine político.

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