La serie creada por Álex Pina, La casa de papel, puso su punto y final en diciembre de 2021. Ahora, el equipo creativo original se ha reunido con un propósito: ampliar el universo de la ficción original y, si puede ser, repetir su éxito con Berlín, una precuela centrada en uno de los personajes más aclamados.
El spin-off de ocho episodios está centrado en el personaje de Berlín. La historia se ambienta en el pasado, cuando en el mejor momento de su vida, planea robar una colección de joyas por valor de 44 millones de euros. O más concretamente, hacerlas desaparecer delante de los ojos de los vigilantes. Para conseguir esta hazaña contará con la ayuda de una banda.
Desde el primer capítulo queda claro que el reclamo principal de la precuela será el carismático y excéntrico personaje encarnado por Pedro Alonso. Esta vez, aunque sin perder su esencia, el guion ha optado por dejar de lado el sombrío carácter del protagonista y sacar a relucir a uno más joven y positivo.
El elenco de personajes que le acompaña no solo es variado, si no que no caen en la simpleza de convertirse en meros acompañantes colocados estratégicamente para cumplir con la fórmula que conecte con todos los públicos posibles. Todos, destacando sin duda la interpretada por Michelle Jeener, tienen un sentido narrativo, son frescos y completos, sin embargo Pedro Alonso encabeza claramente el grupo y su personaje vertebra y se sitúa por encima de todos ellos, abandonando el clarísimo tono coral que primaba en la serie original.
La serie no ha escatimado en un despliegue de medios a la altura de las expectativas, aunque no ha perdido la oportunidad de encontrar una identidad propia y las distancias con La Casa de Papel están claras: es considerablemente más distendida y la intensidad se ha rebajado.
Además, de Berlín llama la atención una decisión que puede considerarse arriesgada si tenemos en cuenta a su predecesora: apuesta por una sutil dosis de comedia romántica, que, por qué no decirlo, se aprovecha de algunos de los personajes secundarios y no evita los clichés.
Este movimiento supone que, en ocasiones, se pierde el interés y la atención sobre la trama principal del atraco, aunque juega a favor de una narrativa más ligera, accesible y lúdica. Ambas ficciones cuentan con un punto en común de peso: dos líneas temporales que abordan la planificación y la ejecución del robo.
En definitiva, Berlín es sin duda mucho más luminosa que La Casa de Papel y para ello se ayuda de una localización generosa con la fotografía: París, pero no da un descanso al espectador de principio a fin y está a la altura del ritmo trepidante original.
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