★★★★
Ambientada en la China posterior a la política del hijo único (vigente entre 1979 y 2015 con el objetivo de contener la superpoblación), la ópera prima de Jianjie Lin narra la lenta integración de Shuo, un enigmático joven de familia rota y pasado turbulento, en el hogar de Wei, un adolescente absorbido por los videojuegos y cada vez más desconectado de sus padres. Con una puesta en escena de una precisión formidable, en Breve historia de una familia el misterio argumental es tan poderoso como el formal: el director, que demuestra desde los primeros compases un absoluto dominio de los elementos que componen el plano, construye el relato desde las imágenes, que, lejos de funcionar como un mero soporte, son aquí auténticamente pregnantes. Los zooms pausados, las rimas simbólicas y las siluetas recortadas en la penumbra son los principales elementos que van entretejiendo las intrigas de un film en el que las repeticiones visuales funcionan como perfecto espejo de un sistema —el chino— que busca erradicar toda individualidad, convirtiendo a sus ciudadanos en meros peones dentro de una sociedad deshumanizada. Pese a su nacionalidad china, la película de Jianjie Lin tiene, en su atmósfera fría y calculada, mucho de la gélida sobriedad propia de un cierto cine nórdico europeo contemporáneo. Por momentos delicada y hasta tierna, por momentos francamente escalofriante, Breve historia de una familia arroja una mirada penetrante y siempre contenida a las complejidades de las relaciones familiares en un contexto social alienante: una sociedad posdisciplinaria basada, hoy por hoy, en el éxito, la superación personal y otras formas de autoexigencia. Hipnótica.
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