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Probablemente nadie vaya a incluir nunca Capitán America: Brave New World en su lista de favoritas de Marvel. Está claro: esta nueva entrega, con la que apunto está de concluir la fase 5 del universo (Los Cuatro Fantásticos: Primeros pasos inaugurará, con su estreno el próximo 26 de julio, el sexto período), es un film menor, bastante desangelado en su conjunto, carente de la épica que caracterizó a los capítulos más queridos de la franquicia. Con todo, y aun estando lejos de ser película reseñable (no tardará más de cinco minutos en borrarse de tu cabeza, una vez abandones la sala), este debut en la pantalla grande de Sam Wilson (Antonhy Mackie) como Capitán América tiene una clara virtud: es muy consciente de sí mismo. Y es que ya se muestra, desde sus primeros minutos, como lo que acaba siendo: una cinta de acción sencilla, vertebrada por una única trama y sin mareantes saltos interdimensionales, que va directa al grano y (¡gracias!) no alcanza siquiera las dos horas de duración. A la “humildad” de su planteamiento y su narrativa se suma una dirección (la de Julius Onah, que debuta aquí en el MCU) más que correcta, resuelta con oficio y que demuestra un plausible gusto por las composiciones elegantes y simétricas (si bien, todo hay que decirlo, resulta algo torpe en lo que a la filmación de las escenas de acción se refiere). No ayudan sus efectos visuales pobres ni su absoluta falta de riesgo; tampoco esa negativa a dejar al menos un poquito de espacio al cartoon propio de los cómics (aunque esta ausencia de slapstick es algo habitual del MCU, más allá de los aportes puntuales que en su momento hicieron cineastas como James Gunn y Taika Waititi). En conclusión: no, no es buena. Pero tampoco es horrible. E incluso tiene, por momentos, un cierto regusto a Serie B que acaba por reforzarla como pasatiempo ligero.
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