Crítica ‘Civil War’

Civil War crítica

★★½/★★★★★

Por Davide Colli

Se cumplen ahora diez años del debut como director de Alex Garland, el guionista londinense conocido hasta entonces por sus colaboraciones con Danny Boyle. Ex Machina apenas hizo esfuerzos por consolidarse como un fenómeno de la ciencia ficción de bajo presupuesto, al igual que su autor como una de las estrellas emergentes en las que fijarse.

A lo largo de su carrera como director, aunque ha explorado diferentes subgéneros, siempre se ha centrado en crear mundos y acontecimientos paroxísticos y descabellados, pero siempre fuertemente adheridos a la realidad cotidiana, a menudo indagando en lo que significa ser humano y en las luchas internas de la propia humanidad, atemorizada en parte por su propia e irrefrenable evolución. Sus obras posteriores, Annihilation y Men, pero también su incursión en el mundo de las series televisivas Devs, abordan estos temas.

Ni siquiera Civil War, gran producción de A24 y posible cierre de este paréntesis tras la cámara para Garland (como él mismo declaró), se libra de este compromiso. La proximidad a la actualidad es aquí aún más clamorosa: la película, de hecho, imagina un hipotético conflicto interno entre los dos frentes políticos estadounidenses que ha reducido el país a una condición casi postapocalíptica. Un equipo desarmado de periodistas, liderado por Lee (Kirsten Dunst), parte de Nueva York con la intención de documentar la destitución del Presidente de los Estados Unidos en Washington.

A la hora de dar forma a este cuento con moraleja que llegó a la opinión pública justo a tiempo para no hacerse realidad, Garland utiliza por desgracia un enfoque extremadamente superficial, tanto en la puesta en escena como en la escritura, reduciendo este cuasi-blockbuster a un episodio diluido de Black Mirror, en el que la sátira y la urgencia de la advertencia que se pretende lanzar se vuelven ineficaces.

Por el lado del guión, el problema fundamental que se plantea, aparte de un worldbuilding apenas insinuado en un prólogo que parece prometedor sobre el papel, consiste en una exploración incompleta de los personajes, a los que se da una historia de fondo precalentada, que justifica aún menos la serie de elecciones cuestionables que tomarán a medida que se desarrolla la narración. También aquí, la apelación a una humanidad desgarrada es flagrante, pero esta división se omite para proceder en un discurso simplificado por continuos estereotipos.

Ciertamente, el reparto, desde la ya mencionada Dunst hasta Wagner Moura y Cailee Spaeny, hacen lo que pueden con el material que tienen entre manos. Destaca especialmente Jesse Plemons, en una rápida aparición que roba inmediatamente la escena a los protagonistas.

Sin embargo, desde el punto de vista de la puesta en escena, Civil War crea más dudas y preguntas ideológicas en la mente del espectador que cualquier otra cosa. Las imágenes de Garland son extremadamente limpias y cristalinas, empaquetadas para el consumo masivo. Apenas se adopta un punto de vista auténtico, con sucesos de una brutalidad sobrecogedora como los insertos en la apertura, mientras que dominan las secuencias espectacularizadas, configuradas a través de patrones rancios y recursos estilísticos reconocibles desde hace décadas en el cine estadounidense mainstream.

Precisamente este aspecto de la obra de Alex Garland sitúa al espectador ante un cortocircuito no indiferente, precisamente porque parte del centro temático de la película se refiere al distanciamiento entre la realidad y el fotógrafo, es decir, los protagonistas impasibles, casi galvanizados por la posibilidad de cristalizar la Historia a través de su objetivo. La misma distancia se genera entre el espectador y las imágenes bélicas y sangrientas que propone la película, dejando así de tener una función sensibilizadora.

Civil War puede considerarse, pues, un discreto paso en falso de Garland, motivado sin duda por los valores más encomiables, pero que no logra tratar de manera adecuada un tema que nunca antes mereció una mayor sensibilización en términos de puesta en escena lícita y de examen en profundidad del contexto. No obstante, sigue siendo un título muy discutido y divisivo, esperado con impaciencia y que no hay que perderse, y que aborda elementos cruciales de los debates contemporáneos.

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