Crítica de ‘Expediente Warren: El último rito’: Una fórmula agotada

Crítica de ‘Expediente Warren: El último rito’: Una fórmula agotada

Crítica de 'Expediente Warren: El último grito', cuarta y última entrega de la famosa saga de terror que llega a los cines el 5 de septiembre.

Cuarta y última entrega –eso dicen, y eso esperamos muchos– de Expediente Warren, la saga que, desde 2013, ha venido ficcionando en la pantalla algunos de los más destacados eventos paranormales a los que debieron frente los demonólogos Ed y Lorraine Warren durante las décadas de 1970 y 1980. Lo que arrancó hace ya doce años con el apreciable film original –orquestado, al igual que su interesante secuela, por James Wan, iniciador de otras de exitosas franquicias del terror contemporáneo como Saw o Insidious– toca a su fin con un cuarto episodio desabrido que, aun sin resultar desastroso –su diseño de producción, por ejemplo, sigue siendo elogiable–, se hace bola por su uso y abuso de recursos narrativos y visuales más que trillados. Dirige Michael Chaves, que ya tomó las riendas en la mediocre –aunque todavía aceptable– tercera entrega, Expediente Warren: Obligado por el demonio, responsable también de las deficientes La llorona yLa monja II, spin offs del Warrenverso. Lo que hay aquí no es más que lo que cabía esperar: muchos monstruos de sonrisa grotesca, jump scares por doquier, golpes de sonido que fuerzan el sobresalto y ese gusto por lo circense propio de un cine de terror formulaico que, hoy por hoy, con películas como Weapons o Devuélvemela en cartelera, no puede más que oler a rancio –sobre todo por parecer incapaz de agregar alguna gota de distancia irónica a un conjunto que se quiere siempre muy sobrio, muy grave, muy aterrador–. Esto, sumado a la ausencia de inventiva visual y al absoluto desinterés de sus artífices por el riesgo, termina provocando que este cierre de saga incurra en uno de los peores pecados que puede cometer una película de terror: aburrir al personal.

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