★★★
Entroncando con una tradición que se remonta hasta la fascinante Falso culpable (1956) de Alfred Hitchcock (o incluso más allá: véanse las dos adaptaciones de la novela La calumnia, de Lillian Hellman, que dirigió William Wyler en 1936 y 1961), el cineasta y docente francés Teddy Lussi-Modeste parte de su propia historia para confeccionar un desasosegante drama social de instituto acerca del efecto devastador que puede acarrear una difamación injusta en la vida de una persona. La acusación, tercera incursión de su director en el largometraje, narra la historia de un profesor de secundaria que, de un día para otro, ve cómo su vida se desmorona en el momento en que una de sus alumnas lo acusa falsamente de conducta sexual inapropiada. Si bien la película tiene muy poco o nada de original en su planteamiento (es difícil, en este sentido, no acordarse de la relativamente reciente La caza, del danés Thomas Vinterberg), Lussi-Modeste juega bien sus cartas al poner todas y cada una de sus herramientas como cineasta al servicio del relato, sorteando en todo momento giros narrativos epatantes o virtuosismos estéticos autocomplacientes. Así, gracias a la invisibilidad de sus recursos, La acusación termina erigiéndose como un absorbente thriller psicológico, filmado con un admirable pulso firme y fantásticamente protagonizado por François Civil. Su falta de originalidad temática no está reñida, además, con la rabiosa actualidad de su discurso: en un mundo de bots y noticias falsas atrapado en las dinámicas de la cultura de la cancelación, nunca está de más una película como esta.
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