★★★
La principal virtud de Retrato de un cierto Oriente, octavo largometraje del brasileño Marcelo Gomes, radica en el aura de misticismo que impregna su entramado formal. Así, la película rehuye las convenciones del realismo para aproximarse a la cuestión migratoria desde una puesta en escena que privilegia siempre lo inefable, lo etéreo, lo espiritual. Ambientado en los años 40, el film narra el viaje de Emilie y Emir, dos hermanos católicos que escapan de un Líbano devastado por la guerra con la esperanza de comenzar una nueva vida en Brasil. A bordo del barco, Emilie se siente atraída por Omar, un comerciante musulmán, a raíz de lo cual su hermano Emir, dominado por los celos, buscará convertir las diferencias religiosas entre ambos en un arma para intentar distanciarlos. Gomes explora en este breve cuento romántico la manera en que el dogmatismo religioso y otros grilletes del pensamiento cultural obstaculizan el viaje hacia la autenticidad personal de sus protagonistas. Clásico en su fondo pero nunca academicista en sus formas, duro pero siempre elegante, jamás truculento, el film de Gomes está filmado en un hermoso blanco y negro que, además de rezumar belleza plástica, resulta siempre expresivo, rico en múltiples sentidos: el cineasta logra trasladar a imágenes el recorrido emocional de sus personajes a través de un admirable manejo de la arquitectura del plano, con un audaz uso del trasfoco, los claroscuros y la profundidad de campo, recursos que en unas ocasiones aíslan y aprisionan, pero en otras liberan y encienden la esperanza de Emilie y Emir, figuras centrales de una historia en clave de fábula que nos invita a recordar que lo íntimo rara vez puede escapar de lo político.
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