★★★
Si bien se presenta ante nuestros ojos hábilmente disfrazada de cinta de acción policiaca, El contable 2 es, primero de todo, una película de personajes. Más allá de los tiroteos y de los golpes de efecto (las secuencias de acción, aunque explosivas, son aquí tan contadas como contenidas, y en ningún momento buscan forzar los límites de lo verosímil), lo que al director Gavin O’Connor parece interesarle en realidad son las heridas y los vínculos (con sus "pullitas" y su “colegueo”) de los dos protagonistas, los hermanos Christian y Brax Wolff. Dos tipos absolutamente letales que, unidos pese a sus insalvables diferencias (uno, interpretado por Ben Affleck, es autista y muy meticuloso; el otro, al que encarna Jon Bernthal, hace las veces de un despreocupado vividor), tratarán de llegar al fondo de un misterio tras el que se esconde una despiadada red de asesinos. Así es que, aunque bastante formulaica en su esquema narrativo, El contable 2 sitúa en su centro (y esto lo que marca la diferencia) a dos personajes multidimensionales, y logra funcionar con soltura a la manera de una buddy movie en la línea de Walter Hill o Shane Black (aunque con muchas menos dosis de humor negro de lo que es habitual en estos). Esta relación fraternal se convierte así en el corazón emocional de la película, hasta el punto de terminar incluso eclipsando la trama de secuestros que supone el núcleo del argumento (y desdibujando, colateralmente, a los "villanos"). Y es en ese intento de equilibrar la parte más humana del relato y la progresión dramática de los acontecimientos donde la película termina por resentirse, resultando, finalmente, algo deslavazada y confusa. Con todo, como entretenimiento inteligente esta secuela de El contable (2016) funciona de lo lindo.
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