Crítica: ‘El hombre del saco’

El hombre del saco

★/★★★★★

El segundo largometraje del cineasta Ángel Gómez Hernández (Voces) toma como punto de partida el conocido como “crimen de Gádor”, espeluznante caso de la crónica negra española del siglo XX que terminaría por dar lugar a la leyenda del “hombre del saco”. El 28 de junio del año 1910, Francisco Leona, un hombre de 55 años que ejercía como barbero en Gádor, un pequeño pueblo de Almería, secuestró y asesinó a un niño de siete años convencido de que, bebiendo la sangre del infante, lograría curarse de la tuberculosis. 

Lo que convierte a El hombre del saco en una oportunidad perdida es lo genérico de sus formas. Y es que la película, que pretende bucear en los orígenes de un personaje folclórico de raíz española, comete el error de dejar por completo de lado la idiosincrasia y la cultura patrias para adherirse (¡cómo no!) a los más que manidos códigos del terror hollywoodiense de moda. Así, el alto potencial del material de partida, que bien podría haber dado lugar a un interesante filme que inscribir en la tradición del terror o el thriller rural españoles, termina por diluirse entre lo prosaico de su narrativa y lo impersonal de su forma.

Porque no es que en El hombre del saco resuenen los ecos de Los Goonies, de Stranger Things o (especialmente) del It de Andy Muschietti: es que, directamente, la película de Ángel Gómez Hernández parece querer convertirse en réplica de aquellas. El resultado, claro, es un “quiero y no puedo” tan predecible en su argumento (torpe guion de Juma Fodde, rebosante de lugares comunes y trucos fáciles) como trivial en su puesta en escena. Al final, queda la amarga sensación de que un relato como este habría sido mucho más interesante si, en lugar de recurrir a los clichés del cine yanqui, hubiese tomado como espejo filmes como El bosque del lobo o ¿Quién puede matar a un niño?.

Lo mejor: Manolo Solo.

Lo peor: Su falta de riesgo.

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