★★★½
Por Irene Crespo
Un laberinto de creencias es lo que han creado la dupla Scott Beck y Bryan Woods (cuyo trabajo anterior más destacado es, sobre todo, como guionistas de la saga de terror Un lugar tranquilo) en Heretic (Hereje), la primera película con la que también despuntan como directores. Preguntándose sobre sus propias creencias, sobre lo que pasaba después de la muerte, empezaron a indagar en las religiones e inspirados por una experiencia propia sintiéndose atrapados en casa de unos desconocidos, escribieron la premisa de este filme de terror psicológico en el que su grandísimo acierto es poner el encanto innato de Hugh Grant no al servicio del romance sino del thriller.
Grant es el misterioso Sr. Reed, un hombre que recibe muy amablemente a dos misioneras mormonas (Chloe East, Sophie Thatcher) en su casa, dispuesto, en principio, a escuchar lo que tienen que decir sobre su iglesia y su fe; pero no tarda en empezar a cuestionar todo lo que ellas les dicen, a tratarlas como meras vendedoras de un producto/servicio farsante. Las paredes de la casa en las que las acogió comienzan a hacerse más angostas y a engrasarse todos los mecanismos de un thriller psicológico que se apoya en la religión de otra manera distinta a ese subgénero del terror religioso. El Sr. Reed casi no deja de hablar en toda la película, convirtiéndose él en el propagador de su propia fe nihilista y narcisista, en un discurso que repasa distintas creencias, que señala a quienes las crearon, contaron y creyeron, que carga contra el control como la única religión actual que nos tiene adormecidos, atontados.
Heretic (Hereje) es un divertido e inteligente juego que nos va llevando por donde quiere, sin importar realmente si esos pasos los hayamos ido previendo. Y Hugh Grant es un redescubrimiento en su vertiente más sádica.
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