★★½
En su segundo largo como director, el cineasta mexicano Alejandro Andrade radiografía, desde el más absoluto desconsuelo, a una burguesía mexicana cuyas lustrosas apariencias ocultan una profunda decadencia moral. El relato sigue los pasos de Alf, un adolescente de 17 años que, tras pasar un año estudiando en el extranjero, regresa a su colegio católico, donde no tarda en percibir que ya no encaja como lo hacía antaño con sus antiguos compañeros, tan populares y atléticos como profundamente narcisistas. El primer día de clase conoce a Oliver, un alumno abiertamente gay por el que muy pronto siente una fuerte atracción. Sin embargo, para frenar todos los rumores sobre su orientación sexual, decidirá retomar el contacto con su antiguo grupo, lo que terminará llevándolo a cometer un crimen. Es en el retrato de este entorno envenenado y hostil donde el trabajo de Andrade se hace fuerte: el director logra capturar con eficiencia (a ello ayuda la banda sonora de Cristina Rosenvinge) la atmósfera siniestra que subyace en este microcosmos elitista de niños bien que se rigen por el privilegio y la fachada, idóneo caldo de cultivo de masculinidades tóxicas. Sus intérpretes (en especial su protagonista, Andrés Revo) resultan creíbles en sus papeles, si bien una serie de obviedades y estereotipos terminan por lastrar una película a cuyo libreto le habría venido bien una mayor mesura en lo que a la construcción de personajes se refiere.
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