Crítica ‘Honor’: final T1

Honor

★½/★★★★★

Es en el último capítulo de Honor en el que la policía ata cabos, y cuando decimos esto no nos referimos al Departamento sino a la inspectora jefe. Cabos que son obvios desde hace aproximadamente cuatro episodios para el resto de personajes que no se dedican profesionalmente a la investigación.

Y afinando más, cabos que no son otros que una mirada perdida de un joven en una fotografía y la memoria extraordinaria de «alguien que tenía que pasar por allí».

Desde el punto de vista de guion, tal resolución resulta fatal, igual que la continúa sobreexplicación en los diálogos. No hace falta ver lo sucedido en los minutos anteriores (incluso horas) porque entre ellos no conversan sino que se cuentan una y otra vez lo que ha pasado, por si acaso se habían olvidado de sus vidas.

Así, matón arriba, matón abajo, por las calles de Sevilla, la serie se vuelve una constante repetición de acontecimientos donde la sorpresa se disipa, y es que nunca fue el thriller que se quiere vender; y cuando los conflictos aparecen, los dramáticos que son los más interesantes, lo hacen también los navajazos.

En Honor quedan muchas cosas claras por repetitivas y una de ellas es el objetivo de la serie, algo sí logrado: contar que por un hijo se hace cualquier cosa o que, al menos, el personaje de Darío Grandinetti lo haría por el suyo.

Lo mejor: Que se ha acabado.

Lo peor: ¿Segunda temporada? No, por favor.

 

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