½/★★★★★
El 9 de noviembre del año 2001 llegaba a las salas españolas Jeepers Creepers, filme de terror independiente de aroma setentero que, en el momento de su estreno (y pese a la irregularidad de su desarrollo), fue aplaudido por un amplio sector de la crítica, que elogió las inteligentes decisiones tanto narrativas como escenográficas de su guionista y director, Victor Salva.
Así, además de por la interesante mitología del monstruo protagonista y por un muy elaborado diseño de producción, aquel primer capítulo de la franquicia destacaba por su excelente primer acto, perfecta clase magistral acerca de cómo manejar el suspense y el punto de vista (y que, además, llegaba para revitalizar el cine de monstruos poniéndolo en diálogo con los códigos que hicieron grande a El diablo sobre ruedas, primera muestra del genio de Spielberg).
Es cierto: a mitad del metraje, el talento y el buen oficio demostrados en la primera media hora comenzaban a diluirse, y el último acto de la película, amigo de los clichés y las resoluciones fáciles, terminaba resultando decepcionante. Sin embargo, las fallas del Jeepers Creepers original nunca llegaban a dilapidar -al menos, en la opinión de quien escribe- su principal virtud: aquella inquietante y perturbadora atmósfera de pesadilla que ya quisieran para sí muchas películas de terror.
Dado el tremendo éxito en taquilla de la película original, Salva dirigiría dos secuelas: las mediocres Jeepers Creepers 2 (2003) y Jeepers Creepers 3 (2017). En mayo de 2022, cuando el monstruo parecía estar ya más que amortizado, el finlandés Timo Vuorensola (Iron Sky) desentierra al engendro en Jeepers Creepers: El renacer, un intento de “reinicio” en el que todo (absolutamente todo) es un desastre.
Desde su ridículo guión (lamentables diálogos, pobre diseño de personajes, torpe utilización del punto de vista) hasta sus pésimas interpretaciones, pasando por una puesta en escena perezosa (no hay un solo hallazgo visual en todo el metraje), un horroroso (sonrojante incluso) diseño de producción y uno de los peores acabados digitales que uno pueda recordar (no es ninguna exageración decir que, durante la «experiencia», duelen los ojos).
El resultado de semejante cúmulo de calamidades es una aburrida comedia involuntaria que, con toda seguridad, dejará (literalmente) boquiabierto al espectador ante el interminable desfile de malas decisiones que se dan cita en la pantalla. Tampoco es cuestión de ensañarse, pero cuesta creer que alguien diese luz verde a esto.
Lo mejor: Puestas una al lado de la otra, este reboot engrandece (aún más) a la película original de Víctor Salva.
Lo peor: Todo.
© REPRODUCCIÓN RESERVADA