Crítica ‘Kneecap’

El viernes 10 de enero llega a las salas comerciales 'Kneecap', primer largometraje del cineasta Rich Peppiatt.

★★½

La primera película del inglés Rich Peppiatt es un biopic cínico, socarrón y absolutamente desatado en sus formas sobre una banda de hip hop que, tras su surgimiento en 2018, logró llevar de nuevo a primera línea una lucha que muchos irlandeses daban entonces por perdida: la de la obtención de la oficialidad de su dialecto. Escrita y protagonizada por los tres auténticos integrantes de la banda, Kneecap es, pese a lo hipertrofiado de sus códigos visuales y sonoros, una película mucho más convencional de lo que aspira a parecer. En su caja de herramientas estilística cabe de todo: hay aquí congelados, cámaras lentas, cámaras rápidas, rupturas de la cuarta pared, efectos de sonido propios del cartoon y el slapstick, textos y dibujos sobreimpresos en pantalla, secuencias de montaje a lo Scorsese, voces en off demiúrgicas que introducen flashbacks y flashforwards a su antojo… ¡y hasta una breve escena en stop motion! El resultado de semejante acumulación de estridencias audiovisuales es un ejercicio de barroquismo formal hipercalórico que se las da gamberro cuando, en realidad, huele bastante a naftalina (todo tan El club de la lucha, todo tan Guy Ritchie en los noventa). Síntomas de un conservadurismo que termina de confirmarse cuando uno pone atención a las secuencias “puente” de la película (aquellas de índole más dramática, que recogen con sobriedad conversaciones entre personajes), y en las que Peppiatt, despojado de su paleta de arbitrariedades estéticas, opta por recurrir al plano-contraplano más pobretón y aderezar el guiso con unas gotas de música dramática.

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