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Pues va a ser que no. La última película del ‘Universo Spider-Man’ de Sony tampoco es buena. Una pena. Porque en esta ocasión, todo sea dicho, albergábamos ciertas esperanzas: pese a los atentados cinematográficos que la preceden (Morbius, Madame Web y la trilogía Venom), esta nueva entrega contaba con el aliciente de tener detrás a un cineasta tan talentoso como J. C. Chandor, responsable de fantásticos films recientes como Cuando todo está perdido (2013) o El año más violento (2014). Nuestro gozo, sin embargo, en un pozo: basta ver los primeros diez minutos de Kraven El Cazador para perder toda esperanza (y, spoiler: la cosa jamás remonta). No hay aquí un ápice de la elegancia y el certero manejo del tiempo y el espacio que el autor de Margin Call (2011) demostró en sus anteriores películas, de brillante factura visual e inteligentísima puesta en imágenes. Es más: el aire de solemnidad que Chandor busca imprimir aquí acaba lastrando todavía más un proyecto que en ningún momento es capaz de encontrar su tono, y que demuestra, además de una acuciante falta de originalidad, una rotunda incapacidad para el sentido del humor (algo que, sin lugar a dudas, le hubiese venido muy bien al disparate resultante). Pero no todo el desastre es responsabilidad, claro está, de Chandor y sus desnortadas labores detrás de la cámara. Y es que poco bueno podía hilar el director con tan pésima materia prima: un guion burdo y torpe por esquemático, sobreexplicativo hasta la extenuación, desbordante de clichés, con todos los personajes a medio esbozar y una pretendida carga dramática que, dígase ya, acaba por resultar sonrojante. Mención aparte merecen el feísmo digital que destilan sus torpemente filmadas escenas de acción y, en especial, la pésima interpretación de su protagonista, un Aaron-Taylor Johnson que, también sea dicho, pocas opciones tenía de brillar en pantalla encarnando a semejante monigote.
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